Como ya avisamos hace unos días, está disponible para su descarga gratuita Coda: A Visit to the National Air and Space Museum, el adendo final a Apollo Quartet. Si no has leído las otras entregas, aprovecha la oferta para hacerte con ellas.
Lecturas de ciencia ficción y fantasía
Como ya avisamos hace unos días, está disponible para su descarga gratuita Coda: A Visit to the National Air and Space Museum, el adendo final a Apollo Quartet. Si no has leído las otras entregas, aprovecha la oferta para hacerte con ellas.
Ian Sales ha rebajado el precio de los cuatro libros que forman Apollo Quartet para celebrar la publicación del quinto. ¿Cómo que quinto? Pues sí, resulta que a lo largo de esta semana pondrá disponible de forma gratuita una coda a su obra. Mientras esperamos ese momento, podéis aprovechar los que todavía no lo hayáis hecho para comprar rebajados sus otras obras. Aquí os pongo los enlaces de las reseñas de cada una.
The Eye With Which The Universe Beholds Itself
Then Will The Great Ocean Wash Deep Above
Dreams of the space age no es una antología al uso, su contenido no son solo historias cortas. En realidad es una carta de amor a una época pasada, la de la carrera espacial y a las esperanzas que teníamos depositadas en las estrellas.
Cada uno de los relatos, impecablemente documentados como es costumbre de Sales, nos muestra una faceta de esta pequeña joya, de este regalo para el lector.
Algunos de los relatos se asemejan al Apollo Quartet, pero de una forma mucho más contenido y me atrevería a decir que impactante. Es imposible leer “The spaceman and the moon girl” y no acordarse de All That Outer Space Allows, por ejemplo. Pero es que la variedad temática de los relatos contenidos, siempre girando alrededor del mismo centro pero con órbitas siempre diferentes es apabullante.
En estas páginas podemos leer un precioso homenaje a Alan Shepard en “Far voyager” (quizá mi favorito) o una historia marciana muy recomendable como “Red desert” mucho mejor que otras más famosas.
La forma de escribir del autor es precisa y fundamentada en datos, pero no por ello es fría. En el relato “Faith” por ejemplo, consigue ponernos en la piel de los astronautas que arriesgaron su vida para el avance de la ciencia, personas que enfundados en trajes se disponían a lanzarse al espacio en unas cápsulas que les ofrecían escasa protección. Entre su vida y el frío espacio exterior sola había centímetros de metal. Y sin embargo, se enfrentaban a la muerte con el orgullo del deber cumplido y con fe ciega en la humanidad.
Supongo que las personas a las que no interesen el espacio o nuestro futuro en el encontrarán Dreams of the space age aburrido o banal, pero os aseguro que si alguna vez habéis alzado vuestra vista a las estrellas y os habéis preguntado que habrá allí este libro no os dejará indiferentes.
Disfrute con la primera entrega de esta trilogía, A prospect of war, así que en cuanto lo tuve en mi poder empecé a leer A conflict of orders.
De nuevo, Ian Sales huye de ciertos estereotipos de la space opera. La gran batalla espacial que podría ser el punto culminante del libro se libra a mitad de la narración, dejándonos con una extraña sensación. De esta forma, Sales se propone explorar una zona menos transitada en las novelas, lo que pasa después de la acción. Se trata de una apuesta arriesgada, algo anticlimático en la lectura, pero según se van desarrollando los acontecimientos ante nuestros ojos vemos que se trata de una decisión acertada, porque lo importante de la historia está aún por venir.
El autor trata temas de calado sociológico como la separación entre clases, bastante estricta y tan asimilada que nadie piensa siquiera en rebelarse. El concepto de honor entre las clases altas también resulta chocante por lo extremo, hasta el punto de que los prisioneros de guerra tienen libres los fines de semana si dan su palabra de volver o incluso siguen ejerciendo sus funciones en las naves que acaban de rendir al enemigo.
A conflict of orders se trata sin duda alguna de una novela de transición y eso se nota en el ritmo, bien llevado en las batallas y enfrentamientos pero algo más lento en el resto de las escenas. En ocasiones se ralentiza en exceso.
Aunque se explican algunas cosas sobre el origen de Casimir y su extraordinaria capacidad de aprendizaje, me gusta especialmente la aparición de un nuevo personaje que podrá dar mucho juego en la última entrega de la trilogía.
Como punto negativo, de nuevo algunas casualidades ponen a Cas en el lugar adecuado en el momento preciso para llevar a cabo acciones heroicas que desequilibran batallas. Un poquito Deus ex Machina, que me hubiera gustado que se resolviera de otra manera.
Lejos de resolverse, la intriga y las maquinaciones por el poder siguen complicándose, llegando a insinuarse amenazas externas a las que habrá que hacer frente con firmeza. Todos los planes que llevan siglos desarrollándose pueden alcanzar su desenlace en poco tiempo. Es por esto que tengo muchas ganas de leer A Want of Reason, que saldrá en marzo del año que viene.
Todo lo que he leído de Ian Sales hasta ahora me había gustado (Apollo Quartet, Wunderwaffe). Cuando oí hablar de su nuevo proyecto, una space opera, primero me extrañó, porque se alejaba de aquello a lo que nos había acostumbrado pero luego me interesó, ya que es uno de mis subgéneros favoritos.
A prospect of war no es una space opera al uso. Aunque hay naves espaciales capaces de saltar entre planetas, el Imperio Galáctico dominante funciona anclado en el feudalismo. Se da por tanto una extraña mezcla muy curiosa entre alta tecnología y enfrentamientos a espada, entre viajes espaciales y mensajeros que llevan despachos dentro de las propias naves.
Ormuz es un joven plebeyo de provincias que inesperadamente se convierte en el objeto de deseo de muchas facciones en sus luchas por el poder. Resulta fascinante la crítica nada velada que el autor hace a la infinidad de agencias, departamentos y cuerpos que es capaz de tener un gobierno, todas velando por sus propios intereses y entrando en conflicto con las demás. La trama de espionaje que se desarrolla a lo largo de esta primera entrega de Age of Discord, es compleja, y aunque al principio cuesta un poco entrar en ella, conforme avanzas en la lectura vas comprendiendo más cosas.
Los personajes secundarios también están bien perfilados, siendo especialmente destacable la igualdad de género. No debería ser noticia pero lo es, aquí hay tanto mujeres como hombres que ocupan posiciones de responsabilidad. Sales es un reconocido defensor de la ciencia ficción escrita y protagonizada por mujeres y predica con el ejemplo.
Un pequeño problema con el que me encontré fueron los nombres de los personajes. A semejanza con los nombres romanos, en A prospect of war se puede llamar a cada persona de una forma distinta según la clase social a la que pertenezca o la relación que se mantenga con ella. Me costó hacerme con los diminutivos y apodos, no hubiera estado de más un pequeño glosario.
Este libro también es un ejemplo de bildungsroman ya que asistimos al paso a la madurez de Ormuz, que de trabajar en una nave espacial pasa a ser mucho más. En algunas ocasiones este cambio parece un poco forzado, resulta difícil aceptar que todas las voluntades se dobleguen a su paso, pero es posible que esto tenga una explicación más certera en las siguentes entregas.
También tienen su lugar en esta novela temas más controvertidos como la ética de la clonación o la eterna pregunta de si el fin justifica los medios, aunque me parece que el asunto fundamental es la obsoleta estructura social. Me gustaría que el autor profundizara más en estos aspectos y espero que lo haga en A conflict of orders.
Me entero a través de la página de Ian Sales que ha montado un concurso donde podremos tener la oportunidad de hacer con su estupendo Apollo Quartet en formato electrónico.
La forma de participar es muy sencilla :
Solo hay que mandar un correo a editor (arroba) whippleshieldbooks (.) com, con el asunto APOLLO GIVEAWAY. El concurso estará disponible hasta el 11 de junio de 2015.
En el correo hay que especificar el formato preferido, epub o mobi.
No dejéis pasar la oportunidad de leer estas estupendas historias. Por si aún dudáis, os dejo los enlaces a las reseñas de las cuatro.
The Eye With Which The Universe Beholds Itself
He seguido con muchísimo interés la publicación por parte de Ian Sales de Apollo Quartet. A la excelente Adrift on the Sea of Rains, le siguieron The Eye With Which The Universe Beholds Itself y Then will the great ocean wash deep above. La tendencia que parece subyacer en estas novellas es acercarse más a la historia alternativa, algo que se consolida en All that outer space allows.
En este caso conoceremos la historia de Ginny, la esposa de un piloto de jets que se postula (y consigue) una plaza como astronauta. En este hecho está implícito que Ginny debe ser una esposa ejemplar, ya que las familias de los astronautas están bajo el escrutinio de la opinión pública. El machismo que rodea al programa espacial y a la vida de las esposas de los astronautas alcanza niveles asfixiantes.
Ginny lleva una “doble vida” como escritora de ciencia ficción. En este mundo alternativo, este género es eminentemente femenino y se considera de poca importancia. Aquí, Sales aprovecha sus conocimientos casi enciclopédicos de la ciencia ficción femenina y feminista para dejar caer nombres (en la mayoría de las ocasiones sin apellidos) para que el lector piense sobre qué autoras reales está hablando (este punto se aclarará en el glosario).
En un ejercicio exhaustivo de documentación, Sales incluye hasta la descripción del módulo lunar. Me gusta este ejercicio de aportar documentación para dar verosimilitud a la narración. Especialmente interesante es la historia que Ginny escribe “The spaceships men don’t see”, que homenajea el estilo algo pulp de la ciencia ficción de época. ¿Y qué decir del listado de los premios Hugo y las discusiones sobre cómo llamar al premio del género?
Quizá esta última entrega sea la que menos se puede enmarcar como ciencia ficción pero es un homenaje tan grande al género que cualquier aficionado la disfrutará enormemente. Ardo en deseos de que este Apollo Quartet se publique como un omnibus, porque creo que la obra lo merece y porque leer todas las historias seguidas quizá de una nueva perspectiva a la obra.
Para ir abriendo boca mientras esperamos la publicación de All that outer space allows, Ian Sales nos ha concedido permiso para publicar un pequeño extracto de la que será última entrega de su excelente Apollo Quartet. Aquí lo tenéis:
Walden says nothing about the physical at Brooks AFB or, months later, the interviews at the Rice Hotel in Houston; but for a week after his last trip to Texas he swaggers more than usual. Ginny knows this unshakeable confidence is as much a coping mechanism as will be, should he fail, his subsequent realisation he doesn’t really want it anyway. But she hopes he succeeds, she wishes she could go into space herself. But she knows that, at this time, it’s an occupation reserved for men— no, more than that: reserved for men of Walden’s particular stripe, jet fighter pilots and test pilots. She calls him “my spaceman” one night, it just slips out she is reading the latest issue of If, there’s a good novella in it by Miriam Allen deFord, and Ginny’s head is full of spaceships and spaceship captains; but Walden turns suddenly cold and gives her his thousand-yard stare. He starts to explain the competition is fierce, he won’t know how he’s done until he hears from NASA… but he breaks off, scrambles out of bed and stalks from the room.
Ginny puts the magazine on the bedside table, but her hand is shaking. She sits silently, her hands in her lap, and waits. He does not return. Fifteen minutes later and he’s still not back, so she rearranges her pillows, makes herself comfortable beneath the sheets, and reaches out and turns off the bedside lamp. She has no idea what time it is when he eventually slides into bed beside her, waking her, and whispers, Sorry, hon. She rolls over, closes her eyes and tries to re-enter the vale of sleep, where marriages are blissful, life itself is blissful, and she is as famous as Catherine Moore or Leigh Brackett.
They wake at 0430, the shrill ring of the alarm dragging them both from sleep. While Walden goes for a shower, she wraps herself in a housecoat and heads for the kitchen. There is breakfast to prepare—coffee to roast, bread to toast, eggs to fry, bacon, beans and hash browns. She does this every day, sees off her man with a full stomach and a steady heart. Here he is now, crisp and freshly-laundered in his tan uniform, hungry for the day ahead. He takes his seat, she pours him juice and coffee, slides his plate before him, and then sits across the table and watches him eat as she sips from a cup of coffee. She should be getting up before him, making herself ready, dressed and made up, to greet him when he awakes—but countless past arguments have won her the right to make his breakfast and see him off to work without having to do so. The housecoat is enough.
They kiss goodbye at the door, and he strides off to the Chevrolet Impala Coupe in the carport. Though she wants to go back to bed, there is too much to do, there is always too much to do.
After clearing up the breakfast things, she makes herself another coffee and settles down to catch up with her magazines, she is a couple of issues behind with Fantastic, and this issue, the last of 1965, features a novella by Zenna Henderson and stories by Doris Pitkin Buck, Kate Wilhelm and Josephine Saxton.
Later, she will get dressed—and she will dress for comfort, not for appearance’s sake—and she will get out the Hermes Baby and she will work on her latest story. She made the decision years before to incorporate elements of her own life—and, suitably disguised, Walden’s—into her science fiction, so she feels no need to visit libraries or book stores for research. She has a stack of issues of Fantastic Universe, If, Amazing Stories, Galaxy, World of Tomorrow in a closet—they are all the research material she needs. Galaxy, for example, runs a science column by astronomer Cecelia Payne-Gaposchkin; Amazing Stories has featured science columns by June Lurie and Faye Beslow since the 1940s. Walden, of course, has a library of aeronautics and engineering texts in the bedroom he uses as a den, and Ginny has on occasion paged through them—not that Walden knows: his den is for him alone and she allows him the illusion of its sanctity; naturally, it never occurs to him to wonder how the room remains clean.
Ginny is feeling lazy today. She likes to think she has an excellent work ethic when it comes to her writing, but some days she finds it hard to muster the enthusiasm to bang on the keys of her typewriter. Especially when she has just read something she thinks she can never approach in quality—and that, she sadly realises, is true of the Saxton story in the magazine she is holding. Josephine Saxton is a new writer, from England, and this is her debut in print. Ginny only wishes her first published story, just four years ago in Fantastic, had been as good.
The blow to her confidence decides her: she will leave her current work in progress until tomorrow; today she will catch up on her correspondence, she owes letters to Ursula, Judith and Doris, and she really ought to fire off a missive to Cele with her thoughts on the issue she has just read…
After she has showered and dressed in slacks and shirt, she finds herself outside on the patio, gazing east across the roofs of Wherry Housing toward the Air Force Base and Rogers Dry Lake, and beyond it the high desert stretching to the horizon, where the Calico Mountains dance in the pastel haze of distance. As she watches, a jet fighter powers up from one of the runways and though it is more than a mile and a half from her, she can tell from its delta wing it is a F-102 or F-106. Its throaty roar crowds the cloisonné sky, there’s a quick flash of mirror-bright aluminum as the aircraft banks, and then the fighter seems to fade from view as it flies away from her. She wonders if it is Walden in the cockpit, she has no idea what he does from day to day once he enters the base; officially, he is a research test pilot in the Fighter Test Group, but she does not know what he researches, which fighters he test pilots. Not the North American X-15, she knows that much, an aircraft which intrigues her because it is also a spaceship—it has flown more than fifty miles above the Earth, right at the edge of space, at over 4,000 miles per hour. And it even looks like a spaceship, like a rocket, as much at home in vacuum as it is in atmosphere. She would like to know more about the X-15 but it’s a sensitive subject in the house. Walden has tried to get on the program but has been refused, and he wears the refusal badly. Perhaps that’s why he was so keen to apply to become an astronaut.
Ginny is a California girl, a real one, born and bred in San Diego in Southern California, not one of those “dolls by a palm tree in the sand” from that song on the radio. She has history in this landscape of deserts and canyons and mesas, though she grew up beside the limitless plain of the Pacific. Here in the Mojave she is hemmed in by mountains, they encircle her world, her flat and arid world, where the small towns are so far apart they might as well belong to their own individual Earths. Standing here, gazing in the direction of Arizona, she finds it easy to believe Edwards is the only human place in the world, a lonely oasis of civilisation—and she knows her husband thinks of it as a technological haven in a world held back from the best science and engineering can offer by the short-sightedness of others. To some degree, she thinks he may be right. But she is also a housewife, and she lives in a world in which bed linen must be changed, clothes laundered, meals cooked and checkbooks balanced. She envies Walden his freedom to ignore all that—he can have his “life in the woods”, but only because she manages his world.
And now she really must get on with her letter-writing… although the lawn looks like it needs mowing and the end of the yard is beginning to look a little untidy…
La fecha prevista de publicación es en abril, así que… ¡ya queda menos!
Ian Sales ha publicado en su blog la que será portada de la última entrega de su imprescindible Apollo Quartet. El libro se titulará All that outer space allows y aún no tenemos fecha para la publicación.
¡Notición! Ian Sales, uno de nuestros escritores preferidos (ver reseñas aquí, aquí y aquí) ha anunciado la publicación de su trilogía An age of discord entre este año y el que viene. El autor la define como :
sort of a steampunkish widescreen baroque space opera sort
Los títulos que componen esta trilogía serán: A Prospect of War, A Conflict of Orders y A Want of Reason.
Aquí os dejo la sinopsis:
Those who don’t know history are doomed to repeat it, but those who ignore history do so at their peril. The Empire was born in civil war and now, 1,300 years later, a fresh civil war is brewing. But who is the mysterious “Serpent” who threatens the Imperial Throne? And what can the renegade naval officer known only as the Admiral, and her single battlecruiser, do to combat him? Casimir Ormuz, a young man of low birth, may be the key. Whoever controls him is most likely to win—but he is determined to be his own master.
And then the historical origin of the Serpent’s conspiracy abruptly intrudes into the present… And the civil war becomes a battle for the Empire’s survival.
Set in a colourful and richly-detailed universe, An Age of Discord tells an epic story of derring-do and intrigue, while subverting space opera sensibilities and traditions.
Espero impaciente la publicación de estos libros, no sé con qué nos sorprenderá Ian, pero parece que será algo totalmente diferente a su Apollo Quartet.