En este año Perucho tenía que empezar a tapar algunos de los muchos huecos que tengo en el fantástico español. Quizá Las aventuras del caballero Kosmas no era la puerta de entrada más adecuada, pero era la que tenía más a mano y he de reconocer que la he acabado en un suspiro.
Se trata de una novela bizantina, con su viaje de autodescubrimiento, una “road movie” a lo antiguo. Los toques fantásticos son escasos, pero existen, con la presencia de autómatas y animales fantásticos. Me ha recordado un poco a Baudolino, de Umberto Eco, pero mucho más contenida y algo más accesible.
La lectura puede ser ágil o más pausada si nos ponemos a buscar todas las referencias de las que habla Perucho, cuya erudición es palpable casi en cada párrafo. En ocasiones esto puede resultar un impedimento para el avance de la trama, ya que tenemos textos en idiomas muy variados, a veces acompañados de traducción y en otras ocasiones, no.
También se puede considerar la obra como un canto al cristianismo, ya que sus páginas están plagadas de santos de la Edad Media que entablan conversaciones con el protagonista y también muchas referencias al Concilio de Toledo o la herejía arriana. Por momentos he sentido que volvía a las clases de sociales, pero de una forma más entretenida que la que tenían mis profesores de dar clase. Algunas discusiones teológicas me pasaban por encima, eso también he de reconocerlo.
Lo que resulta muy curioso en el libro es la presencia de anacronismos, como por ejemplo las libertades que se toma el autor para definir ciudades con textos que se escribirán en un futuro muy posterior al tiempo en que se sitúa la novela, en una suerte de flash forward sin mucha explicación, más que el capricho del propio autor.
Mi impresión es que este no era el libro más adecuado para conocer la obra de Joan Perucho, pero es no quiere decir que no vaya a seguir investigando. Esas lagunas de conocimiento no van a desaparecer solas.