Di con este libro por casualidad, por alguna recomendación de esas que ves por Twitter aunque no vaya dirigida a ti explícitamente y decides darle una oportunidad.
Hay que reconocer que el mundo creado por Joshua Phillip Johnson es hipnótico. Prácticamente toda la acción transcurre en barcos que navegan por océanos infinitos de hierba, cosechando frutos para la supervivencia. No es la primera vez que vemos barcos navegar por superficies inesperadas (en concreto Bradley P. Beaulieu es un experto en el tema, con sus navíos celestiales o los que navegan por la arena) pero a Johnson hay que reconocerle un mérito extraordinario en la construcción del mundo, así como en el lirismo de las descripciones. Además, el sistema mágico que permite el desplazamiento de las naos, controlando el fuego con figuras geométricas y canciones misteriosas no hacen sino añadir interés al tapiz.
Por desgracia, la trama y los personajes no revisten tanto interés. Una pequeña parte de la novela está dedicada a un narrador que nos relata los hechos a los que se refiere el grueso del libro. Y es en esta “parte del león” donde seguiremos las andanzas de Kindred, la nieta de una reconocida capitana de navío que poco a poco empieza encajar en una nueva tripulación. Los hechos en los que se ve envuelta tienen cierto interés, pero en realidad acaba dando un poco igual lo que le sucede, no es una figura que consiga despertar ni empatía ni rechazo, quedándose en un terreno de nadie que hace que se confunda con el escenario, mucho más vivo y atractivo.
La novela además es bastante larga, lo cual no sería ningún problema si se avivara la llama de nuestra atención como Kindred hace con el motor mágico de los navíos, pero como digo, la historia de la protagonista nos acaba dando un poco igual y el mundo en el que se desarrolla todo, si bien es muy inmersivo, no es suficiente como dar cohesión a una novela de la que esperaba bastante más. Es posible que en mi apreciación también haya influido la labor de los narradores del audiolibro. La voz masculina de Leo Wringer es correcta, pero la de Belinda Fenty tiene una cadencia demasiado lenta para mí. No digo que no sea la que mejor se ajusta a la novela, que tampoco va a la velocidad del rayo, pero me temo que se han juntado el hambre con las ganas de comer y el libro no es lo suficientemente atractivo como para que me interese la continuación, cuya publicación está prevista para este año.