Me llamó mucho la atención Dragonfall desde que se anunció en su momento, con una sinopsis interesante sobre dragones convertidos en dioses que podrían volver al mundo humano en cualquier momento.
Por desgracia, el libro me ha parecido bastante lento. De los dos puntos de vista, es más arriesgado el del dragón Everen porque se refiere a Arcady con una segunda persona que pretende focalizar en el lector la narración, pero no sé si la jugada le sale bien. La parte de Arcady es mucho más convencional, está bien construida pero tampoco consigue captar totalmente nuestra atención, con algunos problemas de ritmo bastante patentes.
Diría que la peor parte de la novela, muy a mi pesar, es cuando se pasan literalmente capítulos y capítulos leyendo libros. Mira que me encanta leer, pero leer sobre gente que está leyendo, que ni siquiera comentan lo que está leyendo, es un poco frustrante. Vale que para llevar a cabo el timo que pretenden realizar se necesitan ciertos conocimientos y no hay otra forma de que Everen se ponga al día, pero para algo se han inventado las elipsis y otros recursos estilísticos.
La relación entre ambos también se ve un poco forzada. La creación de la unión entre ambos es rocambolesca, pero es que la consolidación de este vínculo tampoco es una maravillas.
Un punto bastante positivo de la novela es el tratamiento de los personajes no binarios y el género. Entiendo que la autora hace especial hincapié en este punto sobre todo en algunos pasajes del libro y es un detalle muy de agradecer.
Es cierto que la autora se ha guardado algunas cartas bajo la manga que consiguen despertar algo más de interés en el último tercio de la novela, pero no sé si compensa el aburrimiento de la otra parte. Esperaba más de una historia donde se combinan magia, dragones y ladrones, pero me he quedado bastante chafada con el resultado.