El último asesinato en el fin del mundo

Siempre es un placer leer algo nuevo de Stuart Turton, el escritor que se hizo un hueco en estante de favoritos con The Seven Deaths of Everlyn Hardcastle y lo amplió con The Devil and the Dark Sea. Además en esta ocasión he podido leer la versión en castellano, traducida por Marta Rebón y publicada por Ático de Libros, con una edición física preciosa.

En este novela Turton abraza definitivamente la ciencia ficción, con la que ya coqueteó en su primera novela. El libro se sitúa en un escenario postapocalíptico, la población mundial ha caído víctima de la Niebla, una extraña amenaza que destruye todo lo que toca y que se ha expandido por la Tierra a velocidad de vértigo. Solo quedan supervivientes en una isla griega que antaño cobijó un laboratorio de ultimísima tecnología. Los que allí habitan se dividen en dos categorías, los Ancianos que sobrevivieron a la catástrofe y que gracias a sus modificaciones genéticas y nanobots son extremadamente longevos y los lugareños, que no poseen estas ventajas. En esta tesitura, sucede un acontecimiento que puede acabar con lo que resta de la humanidad.

El último asesinato en el fin del mundo es un libro del que no resulta fácil hablar sin destrozar el argumento y las sorpresas con las que el autor ha plagado su obra. Pero se puede decir sin problema que es un misterio de habitación cerrada, si entendemos como habitación cerrada toda la isla rodeada por la Niebla, claro. En este sentido Turton utiliza el mismo modelo que en sus otras novelas, pero con grandes cambios.

El primero es el narrador omnisciente pero no confiable con el escoge exponer la situación. Con este comodín en su mano, es capaz de dosificar la información de manera magistral para que lector no pueda ir nunca por delante suya, acelerando o ralentizando la investigación a su antojo.

El segundo es la inquietante cuenta atrás hacia el fin de la humanidad que se desencadena al principio del libro y que nos traerá en vilo durante todos los capítulos.

El tercero es la introducción de la tecnología más puntera que modifica las que serían las normas del juego más tradicionales en una investigación de asesinato.

El libro tiene algunos detalles que me han gustado menos, como la frialdad con la que se desarrollan los acontecimientos, probablemente justificada por las circunstancias y los implicados, imponiendo una distancia empática entre el lector y los personajes. Pero son detalles que no me han impedido disfrutar de una obra estupenda, que recomiendo encarecidamente.

Entrevista a Manuel de los Reyes sobre la traducción de Entre dos fuegos

Tenemos mucha suerte con los estupendos traductores de los que disfrutamos en el ámbito fantástico, así que tras que impresionada con la lectura de Entre dos fuegos, pensé que sería interesante charlar un poco con Manuel de los Reyes, para tener una visión más cercana sobre el proceso de traducción del libro.

P: Digamos que esta traducción no te llegó por los cauces habituales, sino que el propio autor se puso en contacto contigo. ¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Repetirías?

R: ¡Sin dudarlo! La experiencia ha sido fabulosa de principio a fin. Yo ya había traducido otro título de Christopher Buehlman (El ladrón de lengua negra, para Gamon Fantasy), que, al hablar español, seguía con interés las reseñas que hablaban de esa novela. En muchas de ellas se mencionaba favorablemente mi trabajo, por lo que, cuando decidió autopublicarse la versión en otros idiomas de Between Two Fires, libro por el que su autor siente un cariño especial, de inmediato pensó en mí para abordar la tarea de trasladarlo al castellano.
Tras acordar una tarifa y el plazo de entrega, ya solo me restaba poner manos a la obra con toda la ilusión de saber que los esfuerzos de tantos compañeros y la complicidad de tantos lectores por visibilizar nuestro trabajo están dando sus frutos.

P: Entre dos fuegos es una novela fantástica medieval. ¿Fue requisito necesario hacer una preparación especial por el tema o quizá por los arcaísmos que pudieran aparecer?

R: La Edad Media es una especialidad de Christopher Buehlman, tanto en el ámbito profesional como en la esfera privada, pero también a mí me apasiona, por lo que supe desde el principio que iba a disfrutar tremendamente traduciendo esta novela. Edificaciones, armas, vestimentas… Además de estar familiarizado más que de sobra con el vocabulario de la época, también me siento muy cómodo con el lenguaje arcaizante, por lo que, para mí, el proceso de traducción fue una delicia de principio a fin.

P: ¿Cómo es tu proceso habitual de traducción? ¿Ha variado algo en esta novela?

R: No, es siempre el mismo. Empiezo a traducir y voy volviendo sobre lo ya redactado todas las veces que haga falta hasta optimizar cada frase. Me gusta comparar mi relación con la página con la que podría tener un pintor con el lienzo: calcular formas y volúmenes, elegir el enfoque y la perspectiva, bocetar, perfilar, matizar y, trazo a trazo, ir retocando hasta dar por terminada la obra cuando esta hace gala por fin del aspecto que desde un principio yo quería darle.
Y por el camino, por supuesto, tareas tan consustanciales a nuestra labor como la documentación, la elaboración de un glosario o alguna que otra consulta al autor. Más otras añadidas, propiciadas en esta ocasión por lo insólito del encargo, como la selección de profesionales que revisaran (Pilar Ramírez Tello) o maquetaran (Rodolfo Martínez) la versión última y definitiva.

P: ¿Influye en algo el hecho de que el autor al que traduces conozca el castellano? ¿Tuviste que resolver muchas dudas con él?

R: No, la verdad. Christopher ha sido muy respetuoso con mi labor, no ha querido inmiscuirse en ninguna etapa del proceso y me alegra saber que se siente más que satisfecho con el resultado final.

P: ¿Cuánto tiempo tardaste en finalizar la traducción?

R: ¡Más de lo que me habría gustado!

P: En el texto hay algunas palabras en otros idiomas y siempre me queda la duda de si se
deben traducir o se mantienen. ¿Hay alguna regla no escrita para tomar estas decisiones?

R: La regla sí escrita de toda traducción literaria es que esta tiene como finalidad principal la de conseguir que los lectores de cualquier obra traducida gocen de una experiencia, si no idéntica, sí lo más parecida posible a la de los lectores de la obra de partida. Esto significa que un libro escrito originalmente en inglés, como es el caso que nos ocupa, pero aderezado con términos pertenecientes al latín o al francés, una vez traducido a nuestro idioma no puede por menos de convertirse en un libro redactado en español pero aderezado con términos pertenecientes al latín o al francés. No cabe la menor duda al respecto.

Sigue dando lugar a la reflexión, por supuesto, el porqué de la presencia de esos extranjerismos en el original (y, por inevitable añadidura, en su traducción). En el caso de Entre dos fuegos, los extranjerismos procedentes del francés están ahí para recordarnos que los personajes no están hablando en inglés entre sí: Francia es el escenario de la acción y franceses son los protagonistas. Los latinismos, por su parte, están ahí porque la religión tiene un peso incontrovertible en la historia.


Hay otros libros en los que la presencia de extranjerismos hace gala de distintos matices (los términos en español que salpican algunos libros de Gabino Iglesias o Silvia Moreno-Garcia, p.ej., o los términos en tailandés con los que Paolo Bacigalupi adereza La chica mecánica) y nos plantea retos añadidos a los traductores, pero, en última instancia, salvo que el vocablo extranjero forme parte del acervo de la lengua de partida (caso del séance «inglés» para sesión de espiritismo, por ejemplo), al texto en nuestra lengua llegará sin traducir y marcado con cursiva (a excepción hecha de aquellas palabras que se repitan mucho, caso en el que se aconseja utilizar ese recurso para resaltarlas únicamente la primera vez que aparecen).

P: Hay escenas muy truculentas en la novela, directamente repulsivas. ¿Te resulta difícil trabajar con ellas? ¿Hay algún pasaje que te haya resultado especialmente complicado?

R: En absoluto. Siempre me ha apasionado el terror en todas sus vertientes, incluso las más
gore, por lo que no me da reparo traducir esas cosas. Antes bien, he disfrutado muchísimo con el estilo de Christopher, muy depurado, capaz de prolongar una escena de acción sin que los detalles terminen resultando confusos, proeza que no está al alcance de todos.

P: ¿Cómo recomendarías la novela a los posibles lectores?

R: Pues diciendo, por ejemplo, que las páginas de Entre dos fuegos contienen algo de The Last of Us, algo de las novelas de caballería que tanto le chiflaban a nuestro más ilustre hidalgo de triste figura, algo de la Divina comedia, algo de metafísica y un mucho de sentimientos, de humanidad descarnada. Si te gusta la fantasía, si te gusta la novela histórica, si te gusta el terror, si te gustan las historias bien escritas…, no lo dudes, porque este libro se podría convertir en algo muy especial para ti.

De nuevo muchas gracias por haberte dejado embaucar para saber algo más sobre el mundillo de la traducción.

El verano en que llegaron los lobos

Entre proclamarse ganadora del premio Gran Angular y la nominación a los premios Kelvin, El verano en que llegaron los lobos venía con la vitola de buena novela y me alegra constatar que se trata de una gran novela juvenil.

El libro está narrado en primera persona, a través de los ojos de Ana, una joven que pasa el que espera será su último verano en el pueblo, ansiando ser admitida en la universidad. Y es que Ana no termina de encajar en este lugar, ya que ella es un ciervo y la gran mayoría de los habitantes son bandadas de pájaros.

Con esta metáfora que parece a la vez tan simple pero que Patricia García-Rojo utiliza de forma perfecta, se aúna la parte fantástica de la novela y la parte realista, ya que comparar las distintas personalidades de los habitantes del pueblo con el animal en que se transformar da mucho juego, pero sobre todo sirve para exponer los temas de fondo la novela: ¿cómo encontrar tu lugar en un mundo en el que parece que no encajas?

Afortunadamente, esta elemento fantástico no es un pegote añadido para “fantasizar” la novela, si no que está inextricablemente unido a la historia. Si además tenemos en cuenta que Ana deberá resolver un misterioso asesinato e investigar los milagros que supuestamente suceden en el pueblo, tenemos el caldo de cultivo perfecto para una historia intrigante y atractiva, con una longitud perfecta para lo que quiere narrar y un ritmo envidiable. Virtudes todas ellas indispensables en un libro juvenil, que requiere atrapar al lector desde un principio para que no se distraiga con los cientos de pasatiempos que tenemos a nuestra disposición.

Pero que su público objetivo sea juvenil no desmerece la lectura desde una perspectiva más madura, ya que despertará recuerdos del pasado creo que en casi todos nosotros, porque todos hemos sufrido las inseguridades que conlleva el paso a la vida adulta, cuando todavía no somos lo suficientemente maduros pero debemos afrontar decisiones que decidirán nuestro futuro. Esto está muy bien reflejado también en la novela, junto con otros temas de calado como la aceptación del extraño, la amistad y la camaradería.

Un libro totalmente recomendable.

Circe

De nuevo tenemos el placer de tener a Pablo Bueno como reseñador en el blog, en esta ocasión con una novela de mucho éxito como Circe.

Llevaba con la lectura de Circe pendiente desde que vi por primera vez la portada, allá por 2018, cuando ganó el premio Best fantasy de Goodreads. Y, por banal que resulte, tengo que confesar fue fue un flechazo y solo por eso la apunté en pendientes. Ahora que tengo la edición en tapa dura de AdN en las manos tengo que decir que mis impresiones fueron acertadas. El libro resulta soberbio, con un mapa precioso en el interior. Pero lo más importante es que, como en toda esa buena ficción, (sea de ciencia, de épica o de cualquier otra etiqueta), esta novela nos habla, a través de lo que no existe, de cuestiones que sí encontramos en el mundo real y que nos afectan a todos.

Pero empecemos por el principio:


Circe, al menos para los que no tenemos una gran formación clásica, era sencillamente la bruja que convirtió en cerdos a los hombres de Ulises cuando llegaron a su isla. En realidad los escritos cuentan bastante más de ella, pero eso es, a grandes rasgos, lo que seguro que muchos teníamos en la cabeza al empezar el libro. El trabajo que Madeline Miller realiza a partir de esas fuentes consiste en remontarse hasta el nacimiento de la diosa, rellenar todos los huecos, reinterpretar los hechos conocidos y llevarnos de la mano por su vida creando en el camino un personaje completo, complejo, fascinante y que evoluciona de forma casi imperceptible según leemos, pero de forma mayúscula con el correr de las páginas. Por cierto que, con otro escenario distinto, y posiblemente con otro objetivo en mente, me recuerda con insistencia el Loki de Mike Vasich, traducido de forma magistral por Pedro Román.

Circe es hija de Helios, el titán, y la ninfa Perse, pero no se parece en nada a ellos, ni a los que habitan en la corte de su padre. Es diosa, sí, pero apenas tiene poderes y la mayoría de las cuestiones y el sentir de las otras divinidades le resultan ajenos. Posee una curiosidad y una empatía que son desconocidas para los seres ultraterrenos que nos muestra Miller. Es por eso por lo que pronto conoce a los mortales, se empieza a interesar por ellos y, finalmente, será desterrada a la isla de Eea por siempre. Dicho esto, que nadie lo tome como un spoiler de la trama, puesto que apenas acabamos de arañar la superficie de lo que esta novela tiene que ofrecer.


Pero sí que es aquí donde tenemos que empezar a hablar de la personalidad compleja y dual de nuestra protagonista, porque, por una parte, es una diosa, o bruja inmortal ya en esos momentos, pero, por otro, la vemos totalmente unida a las cuestiones de los mortales. Más aún: no solo sufre en propias carnes ese contacto con la humanidad. Es que, además, por su propia naturaleza, vive la mortalidad de forma mucho más intensa. Lo que para nosotros es cotidiano, resulta auténtico y fascinante para ella; donde sus conocidos terminan por morir, ella vive y pena por todas las muertes de esos seres cercanos que pierde.


Es a través de todos estos eventos, de todos los avatares y pequeñas victorias, como vamos viendo la transformación del personaje desde un inicio inocente, e incluso ignorante, hasta la configuración de una mujer madura, sabia y llena de orgullo. Y esto ocurre no al modo de las grandes gestas, ejem, épicas, sino de esa evolución elegante, lenta, profunda y sutil que obedece a la adquisición y el descubrimiento de la propia identidad, del carácter; a ese arte de maestra esgrimido por Miller que saca una figura del mármol usando pequeños toques de su cincel. Porque, ante todo, Circe se revela como una mujer valiente que no duda en afrontar las consecuencias de sus acciones y estas la golpean una y otra vez, modelando su propio ser. Es lo que sucede, por ejemplo, con la maternidad. El dolor, el miedo, las circunstancias adversas, la ampliación del propio ser a través de su vástago, resultan sobrecogedoras en esta diosa de sentimientos humanos.

Algo que me ha parecido sublime es esta reinvención de la figura clásica que realiza Miller, haciendo que Circe se pasee por muchos de los grandes hechos de la mitología clásica. Los que la incluyen expresamente, pero también por otros que, aunque en la tradición a menudo tenían por protagonistas a hombres, descubrimos que, de nuevo, su mano tuvo un papel trascendental o, al menos, un cierto porcentaje de responsabilidad entre bambalinas. Todos estos añadidos engranan perfectamente en la historia y son coherentes con el personaje.


Esta construcción se hace, además, desde una perspectiva realista e inmisericorde. Miller desnuda a la divinidad de toda virtud no merecida, al igual que a muchos humanos de nombre bien conocido. De este modo, nos muestra que, a menudo, no solo los héroes, sino incluso los dioses tienen más defectos que la humanidad y que son los mismos y más acentuados. Y, sí, Circe también es una novela eminentemente feminista. Una que toma las figuras preponderantes de los grandes dioses y héroes varones (y también algunas de las diosas con autoridad reconocida) y las confronta con la diosa a priori débil y menor y las
mujeres que fueron secundarias en estas historias. Pero es que, realmente, el relato va mucho más allá y trasciende el feminismo para ahondar en una esfera humanista; en el derecho de independencia del ser humano (y de la diosa, más humana que muchos de los hombres con los que se cruza); en la importancia de los principios que rigen la verdadera virtud.


Quiero terminar, por una parte, destacando también el trabajo de Cecilia Recarey Rendo y Jorge Cano Cuenca, que han realizado una traducción fabulosa. Por otra, recomendando este libro a cualquier tipo de lector no infantil. Para mí es una novela de 5 estrellas que se va directa a mi apartado de favoritos de Goodreads y a la estantería de honor de casa. Una verdadera delicia para amantes del género y para los que creen que no lo son.

Los viajeros de sueños

Marina Tena se está haciendo un nombre en el mundo del fantástico patrio, así que no es de extrañar que haya acabado en Fantástica Ficción. Que lo haya hecho con su novela juvenil, Los viajeros de sueños en vez de con alguna de sus obras adultas, es simple casualidad.

La novela sigue las andanzas de Lázaro un joven con una peculiar capacidad: viajar a los sueños de los demás. Es una característica que no comparte con su hermana melliza y esto no ha supuesto ningún problema en su relación. Pero con la adolescencia llegan bastantes cambios, incluso una mudanza para su familia, conocer en la realidad a gente que solo veía en sueños y muchas más cosas…

La idea de partida de Los viajeros de sueños no es excesivamente original, ya que viajeros oníricos los hay y ha habido a patadas, pero me gusta el toque desasosegante y claustrofóbico con el que Marina ha sabido dotar la narración de la mayor parte de la aventura de Lázaro y sus amigos. Las relaciones de amistad a estas edades son bastante extremas, se puede pasar del amor al odio en escasos segundos y me parece que esto está bastante bien representado. También me gusta la escasa, por no decir nula, intervención de los adultos en la historia, los padres siempre por desgracia tan enfrascados en nuestras propias redes que somos incapaces de ver lo que se está desarrollando delante de nuestras narices.

La prosa del libro es bastante asequible lo cual no quiere decir que sea simple. Hay que poner en valor saber adaptarte al medio y al público al que va dirigida tu obra y pienso que la autora lo consigue plenamente. También deja abierta la puerta a continuaciones pero sin necesidad de dejar la novela inacabada. Es perfectamente disfrutable como historia autoconclusiva.

Choky

De nuevo acogemos en el blog a Pablo Bueno, nuestro querido colaborador que hoy nos comenta Choky de John Wyndham con traducción de Catalina Martínez Muñoz. No sé vosotros, pero a mí me han dado muchas ganas de leerlo.

Chocky es el cuarto libro de John Wyndham que publica el sello Runas, tras los fabulosos El
día de los trífidos
, Las crisálidas y también El Kraken despierta, título este último que todavía no he leído. No obstante con lo que disfruté de los otros dos, estaba deseando ponerme con la novedad de la que hoy tengo el placer de hablaros. Sobre todo cuando Wyndham es de esos autores que, cada vez que oímos (o incluso decimos) que algo es original o novedoso, nos hace pensar casi siempre que más nos valdría echar un vistazo a los clásicos.

Pero vayamos por partes.


La premisa del libro resulta ciertamente conocida, al menos en su planteamiento: unos
padres se dan cuenta de que su hijo de once años, Matthew, oye en su cabeza la voz de una
especie de amigo imaginario, Chocky, con el que a veces llega a mantener largas conversaciones. Hasta ahí, como digo, es terreno conocido, pero es en el desarrollo pausado que hace Wyndham de dicha idea donde nos captura hasta darnos cuenta de que la historia esconde mucho más de lo que parece. El autor abandona tropos bien conocidos de la literatura de terror o de las simples presencias sobrenaturales para encaminarse por
derroteros más pragmáticos, creíbles y, quizá por ello, más impactantes. Y todo ello sin
abandonar lo maravilloso, lo sorprendente.


Así, vemos en las primeras páginas que los padres de Matthew, y aquellos pocos amigos cercanos con los que se sinceran respecto a lo que le sucede a su hijo, utilizan la lógica y la evidencia para cavilar acerca del problema. Y lo hacen un poco entre lo Holmes y entre el método científico para ir descartando distintas posibilidades y dar significado a las escasas evidencias que el reticente niño les va dando en el comienzo de la novela. Y es que, aunque para el que lea la novela queda claro en qué género dentro de lo fantástico se incluye este título, no deja de sorprender el realismo y la seriedad con los que la trama se desarrolla. Además, esto sorprende en una novela que ya desde sus primeras páginas podría tomar
derroteros mucho más fantasiosos. Hay un elemento extraño, sí, pero todo lo que los personajes observan, piensan y razonan lo hacen desde el prisma de la lógica y el realismo. Todas las reacciones que observamos alrededor de Matthew son perfectamente compatibles con lo que sucedería en el mundo que conocemos si un niño comenzara a mostrarnos algo similar. Todo se mantiene dentro de los umbrales del realismo. También lo que se refiere a las reacciones de una sociedad que, a menudo, no es todo lo amable (o humana) que debería ser con lo que nos resulta distinto.


Hay una primera cuestión que me ha maravillado, por la dificultad que conlleva, y es la voz
que Wyndham consigue en Matthew. El niño se expresa con las palabras propias de un niño,
y a veces intenta describir con ese vocabulario los conceptos complejos que, parece, le
susurra esa voz extraña. Aunque a menudo esos intentos resultan torpes, consiguen
transmitir mucho más de lo que Matthew piensa. Toda esta primera parte me ha parecido un magistral estudio acerca de la inteligencia de los más jóvenes. Sorprende la sencillez y la
inteligencia con la que el autor nos muestra que hay preguntas y reflexiones que para un
adulto son normales, pero que en la voz de un niño serían inesperadas y hasta incoherentes.

Pero donde la novela se gana la excelencia es, sin duda, en un último cuarto vertiginoso en
el que Wyndham echa de golpe al caldo todos los ingredientes de lujo que estaba reservando, lo que consigue que las sorpresas nos alcancen como una serie de explosiones controladas. El ritmo pausado, la tranquilidad, el realismo, las hipótesis que veníamos
barajando desde el comienzo estallan en pedazos y nos vemos pegados a las páginas. Porque, además, esta última parte resulta visionaria de ese modo extrañamente profético en que lo suele ser a veces la buena ciencia ficción. Wyndham coloca en boca de sus protagonistas cuestiones que, aún hoy, hay algunos que niegan, por mucho que los científicos las hayan validado. Al mismo tiempo surge un precioso alegato por ciertos valores que resulta emocionante. Y es que es frecuente también que se achaque a ciertas novelas más clásicas de la ciencia ficción (y no tan clásicas) que se trate a sus personajes como meros vehículos para cargar, llevar y desempacar las ideas que su autor nos quiere
transmitir, sin más profundidad o mimo por ellos. No es este el caso. Ese final me ha sorprendido y, sobre todo, emocionado, haciendo que en tan solo unas páginas todo se llene de matices, como en esas películas en blanco y negro en las que, casi al final, la pantalla se empieza a llenar de colores.


Como conclusión, quiero insistir en que Wyndham me ha parecido siempre un visionario, al
menos en las tres novelas suyas que he leído. No solo por esas cuestiones científicas que lanza en una extrapolación al futuro y acierta en medio de la diana, sino por ciertas reflexiones respecto a la sociedad o al concepto de familia que vemos aquí, por ejemplo. Recordemos que Chocky, su última novela publicada, vio la luz allá por el 68, y ya entonces
su discurso destilaba pragmatismo y un cierto desdén hacia ciertas prácticas y costumbres
que hoy nos parecen totalmente anacrónicas. Pero, incluso hoy, Wyndham consigue con esta obra algo mucho más precioso y sorprendente: que nos cuestionemos a nosotros mismos; que la reflexión nos acompañe más allá de la última página.

El trono de jazmín

Menudo acierto el de Gamon al traer al español El trono de jazmín de Tasha Suri con traducción de María Inés Linares. Es un libro bastante largo al que le cuesta un poco entrar en faena, pero una vez que coge carrerilla, no para.

Me encanta la ambientación oriental del mundo creado por la autora, con sus reinos sometidos a vasallaje del emperador y sobre todo, con las distintas religiones y magia que vamos descubriendo a lo largo de las páginas. Pero creo que lo que más se recordará de la obra son sus protagonistas, porque están muy bien escritas, con una moralidad ambigua que sirve como eje a toda la novela. La relación entre ambas también irá evolucionando, desde una atracción puramente física a algo más.

La autora utiliza paralelismos en la vida de las protagonistas, Malini y Priya. Que ambas hayan sido instrumentos en manos de sus hermanos no es baladí, en una sociedad patriarcal que sin embargo nos dicen que fue fundada por el sacrificio de las Madres. Las religiones y sus sacrificios tienen una importancia fundamental en la trama, pero es la ambición y el hecho de intentar deconstruir el orden establecido lo que dota de un potente mensaje a la novela.

Es cierto que la obra tiene un problema de ritmo en su primer tercio, probablemente debido al interés de la escritora por ir centrando las bases sobre las que construirá el armazón de la estructura narrativa. Este comienzo lento y cachazudo puede echar para atrás a algún lector, pero, si es capaz de sobreponerse, descubrirá que la lectura ha merecido la pena.

Resulta también muy interesante la irrupción de la podredumbre, una enfermedad que mata lentamente a las personas, transformando su cuerpo en madera. A pesar de no ser infecciosa entre humanos, el temor al contagio está exquisitamente narrado, pero también el valor de Priya cuando ayuda a los afectados. Este es casi el primer rasgo que conoceremos de una de las dos protagonistas y nos servirá para construir ese primer lazo empático que nos unirá a ella el resto de la obra. No se nos escapa que la podredumbre es un trasunto de los males del mundo, pero diría que Tasha Suri se tiene guardado algún que otro as bajo la manga al respecto.

El racismo es un tema también muy presente, ya sea entre las distintas clases de la sociedad o entre los distintos reinos. Que el principal reclamo del reino de Priya sean sus prostíbulos no es si no una señal indicativa más del distinto rasero con el que se mide el valor de la persona según su lugar de origen, como el tono de piel.

En resumen, se trata de una lectura muy recomendable, pero que nos deja con muchas ganas de saber qué les depara el futuro a ambas protagonistas.

Fantasmas de verde jade

He disfrutado un montón con la primera entrega de la saga La Sociedad de Lundenwich, escrita por Víctor Sellés y dirigida a un público juvenil, aunque es perfectamente disfrutable a cualquier edad.

El escenario de la obra es un trasunto del Londres victoriano con espíritus y magia, con sus toques dickensianos de pobres huérfanos abandonados a su suerte y amenazas del más allá. El autor consigue presentarnos a la vez el mundo en que discurre la narración y los personajes que nos la contarán, en un ejercicio bien compensado de exposición de la información que deja margen para la imaginación del lector. Las explicaciones son sencillas y perfectamente aceptables, sin necesidad de entrar en mucha profundidad.

Aunque el protagonista de la novela es el joven Thomas Blackpole, es cierto que comparte importancia con los otros miembros de la Sociedad de Lundenwich, lo que hace que en los capítulos estén bastante compensadas las apariciones de los personajes y sus acciones. El ritmo y la acción no decaen en ningún momento, cosa que se agradece. No faltan los cadáveres a los postres para estos irregulares de Baker Street espiritistas, pero el autor diluye siempre la violencia para convertir la lectura en un pasatiempo agradable.

Quizá se le note demasiado que es la primera entrega de una saga porque se centra más en la descripción del mundo y en las interacciones entre los personajes que en el propio misterio que se supone que es el hilo conductor de la novela, ya que se resuelve un tanto precipitadamente, pero el dinamismo de la obra y el hecho de que se lee en dos sentadas hace que se puedan omitir estos pequeños detalles.

La verdad, tengo mucha curiosidad por saber más de las andanzas de los jóvenes de la Sociedad de Lundenwich. Sin duda, que cuenten conmigo para el próximo misterio.

Cástor y Pólux

Los Dioscuros son unas figuras bastante conocidas en la mitología griega, así que quizá no iba a resultar fácil innovar en su historia, pero Alejandro Marcos Ortega lo consigue respetando la forma de narración a la que estamos más o menos acostumbrados cuando leemos sobre mitología pero introduciendo novedades muy atractivas, como la mitología vasca. Nos resultará familiar el uso de diversos apodos para referirse a cada personaje, como el dios de pies alados, el tonante, los Tindáridas…

El libro está repartido en capítulos que pertenecen a cada uno de los gemelos, alternando la narración y variando el tiempo en el que transcurren los hechos. Mientras que el relato de Cástor se sitúa en la juventud de ambos, lo que cuenta Pólux ya sucede en el final de la vida de su hermano. El autor respeta esta forma de estructura la novela que parece hecha ex profeso para unas voces que acabaron compartiendo la eternidad.

Quizá la parte que contiene más novedades es el viaje de Cástor a la tierra de los vascones, porque nos encontramos con unos seres mitológicos totalmente desconocidos para mí que resultan muy atractivos. Es cierto que a veces es difícil sentir empatía por un protagonista que considera bárbaros a todos los que se encuentra, desde su superioridad aquea, pero el tiempo y las circunstancias lo van poniendo en su sitio. Esta itinerancia por mar y tierra despertará la curiosidad del lector, y al menos en mi caso ha servido para que explore algunas leyendas del norte de la península.

La parte de la novela que sigue las andanzas de Pólux es necesariamente más crepuscular, tanto por el momento temporal en que se sitúa como por la tarea que el púgil decide desempeñar. Me has gustado mucho la elección del narrador, ya que Hermes nos lo muestra todo a través del tamiz de su divinidad, que no deja de ser bastante humana en sus anhelos. Es menos sorprendente en el sentido de que tanto el itinerario como el elenco de personajes con los que Pólux se relaciona son más conocidos, pero quizá por ello también sea más emotivo. Además que hacia el final del libro, las reflexiones sobre la inmortalidad de Clitemnestra son oro puro.

Estamos ante una novela de ritmo sosegado que puede que no sea del agrado de todos los lectores, pero que a mí me ha parecido más que atractiva. Si a esto unimos la estupenda edición del libro a la que ya nos tiene acostumbrados la editorial, se trata de un firme candidato a ser revelación del año 2022.

Monstruos ordinarios

Sentía mucha curiosidad por este libro, pero la verdad es que su longitud me echaba un poco para atrás. Cuando vi que estaba en audiolibro en español, empecé a escucharlo y he de decir que aunque al principio me echó un poco para atrás que estuviera en español sudamericano (creo que el acento es mejicano, pero no tengo tanta pericia auditiva como para afirmarlo), en realidad no ha supuesto ningún problema, salvo algunos usos del idioma que suenan algo raros a un hablante español.

Monstruos ordinarios es una novela de fantasía muy oscura, con sus toques de terror y escenas realmente macabras, pero a pesar de que todo esto no suele ser plato de mi gusto, la novela sí que me ha convencido totalmente. El hecho de situar a personas con talentos especiales en el siglo XIX ya ha sido utilizada con anterioridad (sin ir más lejos, por Alan Moore), por eso JM Miró prefiere cargar las tintas en la descripción del entramado mágico de su mundo y sobre todo, en un elenco de personajes con vidas tortuosas y pasados terribles.

Se trata de un libro coral, al que se le podría quizá poner como defecto la gran extensión y tal vez la parsimonia y el detalle con que se describe cada escena, aunque lo cierto es que no tiene problemas de ritmo y una vez que se entra en la ambientación, se disfruta cada momento. Por cierto, hay que tener en cuenta que es la primera parte de una trilogía, así que aunque se puede disfrutar de la lectura como un todo, no deja de ser verdad que algunas de las tramas quedan abiertas para las siguientes entregas.

Como decía, quizá lo más importante de la obra son los personajes que pueblan sus páginas, desde los chicos cuya búsqueda y rescate acaparan las primeras decenas de páginas hasta los adultos y otros talentos ya más establecidos que conforman las dos últimas terceras partes de la novela. Miró hace una exposición descarnada de la condición humana, sin poner trabas a la maldad del racismo, el clasismo, la explotación infantil… todas las historias del pasado de los caracteres están plagadas de dolor y sufrimiento, pero son totalmente verosímiles aún con la existencia del factor sobrenatural. Niños de 9 años trabajando como deshollinadores que quedan atrapados en las chimeneas, ratas de teatro que a cambio de los restos de la comida de la compañía de actores trabajan de solo a sol, artistas de circo que muestran sus peculiaridades ante un público sediento de novedad…

El autor, que como vemos no nos protege de las consecuencias del terror ordinario, lo hace aún menos con las del terror sobrenatural. Seremos testigos de la creación de gigantes de carne con trozos de cadáveres, de desmembramientos a manos de monstruos no muertos y de muertes de infantes para saciar el ansia de otros monstruos. No es un libro que se recree en el gore, pero desde luego no le hace ascos.

La trama, que en un principio podría parecer más simple de lo que es en realidad (estos son los malos y estos son los buenos) en realidad oculta planes y paradojas que iremos conociendo poco a poco en el despliegue de capítulos. Se me hace raro en la traducción que Alejandro Romero Álvarez haya preferido dejar bastantes términos en el inglés original, siempre he pensado que la tendencia en la traducción es “castellanizar” todo lo posible (que me disculpen los traductores si estoy equivocada). El caso es que casi todos los elementos que forman parte del “otro mundo”, mantienen sus nombres en inglés en esta ocasión.

La narración del audiolibro por parte de Santiago Padilla es muy buena, adaptándose en cada momento al personaje del elenco al que está encarnando.

Sin duda, recomiendo la lectura de la obra, pero sabiendo a lo que nos veremos expuestos.