Aparentemente situada en el mismo universo que la imprescindible serie Revelation Space de Alastair Reynolds (aunque no estoy muy segura por la posibilidad de salto entre estrellas), esta novella transcurre después de una guerra interestelar que acaba con un tratado de paz entre los bandos combatientes.
Al contrario de lo que nos tiene acostumbrados el autor, el escenario en el que se desarrolla Slow Bullets es restringido, prácticamente la totalidad de la historia transcurre en una única nave espacial. Me gustaría decir que no, pero algo se nota. Quizá se pierde una de las mejores bazas de Alastair que son sus mundos y culturas. O quizá es solo cuestión de expectativas.
Resulta también muy curioso el concepto de slow bullet, que incluso da nombre al libro. Estos proyectiles inteligentes son capaces de almacenar información sobre los soldados que las llevan incrustradas y son la forma de obligarles a combatir, so pena de dirigirse al corazón y provocar la muerte. También se pueden utilizar como instrumentos de tortura o para otros fines más beneficiosos, que no desvelaré para no eliminar la “sorpresa”. Me gusta la forma de hablar sobre tecnología, que puede ser buena o no dependiendo del uso, muy en la línea de Ramez Naam con su Nexus.
El conflicto social con trasfondo religioso que se desarrolla en la novella critica de forma poco velada a las religiones, que luchan por la supremacía de sus ideas ignorando las similitudes con las otras creencias. Se habla de libros sagrados, que comparten profetas pero cuyas interpretaciones son diferentes. No es el tema principal de Slow Bullets, pero si el de mayor calado.
Lo que podría entenderse como una historia de venganza en realidad se transforma en una carrera por la supervivencia de la civilización que acaba resultando entretenida aunque en cierto modo previsible.