Hace unos días me encontré con diez euros que no esperaba para gastar en amazon y pensé en invertirlos en alguno de esos libros que te llaman la atención pero que no te acabas de comprar quién sabe por qué razón. Uno de ellos fue este “The secret history of Moscow” de Ekaterina Sedia que ya solo por el nombre merece la pena.
Si eres lector habitual del blog sabrás que me gustan mucho los temas mitológicos, pero mis conocimientos se limitan a las historias más trilladas y famosas, por lo que para mí encontrarme con el folclore de la mitología rusa es un bienvenido soplo de aire fresco (y nunca mejor dicho).
Ekaterina nos cuenta cómo una misteriosa serie de desapariciones imposibles de personas (no hay testigos, no hay vías de salida, es como si se hubieran volatilizado) une el camino de Galina, una joven diagnosticada de esquizofrenia que busca a su hermana, Yakov, el policía encargado de la desaparición y Fyodor, un artista callejero que parece saber cómo llegar a lugares insospechados. El trío protagonista guarda historias que iremos descubriendo poco a poco, pero lo mejor del libro, como en una especie de cuentos de las mil y una noches; son los pequeños relatos que cuentan los personajes (mitológicos en su mayoría) que van encontrando por el camino. De hecho ése es uno de los defectos que pueden achacarse a la narrativa de Sedia, ya que el hilo conductor de la historia es en cierto modo laxo y deslavazado, aunque al acercarse al clímax final va mejorando.
En su viaje por el mundo inferior, vemos todo un elenco de personajes de toda extracción temporal y social como Timur el guerrero mongol de la Horda Dorada, Elena la esposa decembrista o Koschey el sin muerte que nos permite ver una representación de la mitología rusa realmente atractiva y que aunque hace que tengas que tirar de wikipedia (algo que a mí personalmente me gusta) pinta una serie de viñetas muy bellas de la historia rusa, aunque casi siempre en clave bélica (¿existe algún país cuya historia no esté escrita con sangre?).
Sedia también describe de forma desapasionada y triste el estado actual de la vida en Rusia, donde los ladrones y la mafia campan a sus anchas, donde los héroes del comunismo son destruídos y donde el alcoholismo parece la única salida. Resulta triste ver esta descripción y en ningún momento vemos una luz de esperanza. Si a esto añadimos el giro final del libro, que se puede interpretar como esperanzador o como irremediable, acabamos la lectura con un sabor agridulce.
La prosa está muy cuidada, el relato es absorbente y salvo pequeños detalles, hace que el libro sea muy difícil de dejar de lado. Si la autora hubiera conseguido hilvanar la historia de una forma más coordinada, estaríamos hablando de un libro redondo. Aún así, es un buen libro.