Leí hace poco que es el tema de los retelling de fábulas clásicas no es una moda pasajera, si no que es la forma natural de que estos relatos se vayan adaptando al paso del tiempo. La primera novela de Lucy Holland, Sistersong, ya seguía estos derroteros, por lo que no nos sorprende que en Song of the Huntress también utilice el mismo método.
La novela comienza en Bretaña en el año 60 DC, pero solo para que conozcamos el origen de Herla, condenada a vagar eternamente a la cabeza de la Cacería Salvaje. Acto seguido avanzaremos en el tiempo para conocer a la reina guerrera Æthelburg, que comanda las tropas de su reino mientras el rey legisla en la corte. Este papel guerrero y no sumiso, unido a su falta de descendencia sitúa a Æthelburg en una posición muy insegura en un mundo en el que el valor de las mujeres está constantemente en entredicho . Cuando Æthel y Herla se conocen, cambiará el destino del reino.
Una de las primeras cosas que llaman la atención en la novela de Holland es el amplio espectro de representación sexual en el que se sustenta, con personajes bisexuales, lesbianas, aces… todo tratado desde el respeto y dando luz a la problemática que estas opciones provocaban en el pasado y siguen provocando en el presente. Este es quizá el mayor logro del libro, que por otra parte adolece de cierta falta de ritmo y quizá una prosa demasiado florida.
La narración de Kristin Atherton hace que el audiolibro sea bastante entretenido, incluso aligerando alguno pasajes más morosos de lo necesario.
Esta obra recuerda en algunos momentos The Children of Gods and Fighting Men de Shauna Lawless, sobre todo por el enfrentamiento entre paganos y cristianos y cómo la magia se ha ido desvaneciendo del mundo con la hegemonía de los discípulos de Cristo, con más presencia del mundo mágico, aunque tampoco excesiva.
Como obra autoconclusiva, Song of the Huntress es de la fantasía más tradicional por el entorno medieval que podemos encontrar, pero tiene esos toques feministas e inclusivos que la hacen distinta a lo tradicional. Y también es autoconclusiva, algo que se agradece en estos tiempos de sagas inabarcables.