Esta trilogía cayó dentro de mi área de interés cuando Orbit decidió relanzar con una nueva portada, porque fijaos cuál es la antigua:
y la nueva:
La noche y el día, como quien dice.
Una vez atraída mi atención, la sinopsis también me pareció atractiva, con un ladrón experto en timos y un mundo secundario abierto con muchas posibilidades.
Al afrontar la escritura de esa reseña tengo sentimientos encontrados, porque hay cosas que me han gustado mucho y otras que me han decepcionado. La experiencia de lectura, por lo tanto, ha sido agridulce, especialmente debido a la longitud del libro. Es una novela muy muy larga, a la que a lo mejor le hubiera venido bien algún que otro recorte.
Los aspectos positivos me han influido más que los negativos. Principalmente, el sistema mágico en el que se sustenta la economía del mundo, un mundo restringido a un archipiélago. Al explicárselo a mi amigo Josep María Oriol lo definió como “copromagia” y es una palabra muy acertada. El sistema se basa en la utilización de una especie de pólvora que se obtiene tras el tratamiento de los excrementos de los dragones que pueblan una de las islas del archipiélago. Las propiedades de esta pólvora varían según lo que haya comido el dragón o como dirían en mi familia “según come el mulo, así caga el culo”.
Los personajes también son atractivos, desde el propio protagonista Ardor (se me ocurren pocos nombre peor puestos para un lector español, no hacía más que recordarme el Almax) a su compañero de fatigas Raek y otros que va añadiendo a su complicado plan. La primera parte de la lectura, con el reclutamiento del personal y el desarrollo en sí del timo es muy entretenida.
Pero es que la justificación del timo en sí y los aspectos eminentemente religiosos que también ocupan algunos de los capítulos se me han hecho bastante cuesta arriba. Estos capítulos, protagonizados por un religioso en vez de por Ardor, se recrean demasiado en la erudición y en la investigación del pasado para justificar la conspiración. Son hechos que son necesarios para el subsiguiente desarrollo de la trama pero la exposición es excesiva. La relación con un personaje del pasado de Ardor también me parece bastante forzada, para añadir algo más de salsa a una historia que no la necesitaba.
Sin embargo, lo que peor ha sido el último tercio del libro en el que el autor no es que rice el rizo, es que realiza un doble salto mortal tirabuzón carpado en una piscina sin agua. No desvelaré aquí la GRAN REVELACIÓN (TM) que cambia totalmente el sentido de todo el libro, pero me parece una salida un tanto tramposa y efectista, que echa a perder todo el bueno trabajo de los primeros tercios del libro.
Tendrá que pasar algo de tiempo y algo de olvido hasta que me ponga con el siguiente ejemplar de la trilogía, pero no lo descarto del todo por algunas de las buenas ideas presentes en este libro.