Tercera y última entrega de la saga de Emily Wilde, con la que Heather Fawcett nos ofrece un estupendo colofón a una saga entrañable y deliciosa, que empezaba a sufrir algunos síntomas de agotamiento.
Como toda dryadologist (estudioso de las hadas) que se precie, Emily no pierde oportunidad de investigar sobre el curiosísimo mundo feérico, pero desde el principio de la saga su interés pasa de ser meramente académico a algo más terrenal. Resulta un poco complicado hablar sobre este libro sin destrozar la historia de los anteriores, pero lo que sí se puede decir es que la autora sigue ahondando en las tradiciones orales de las relaciones entre humanos y hadas y otros seres mágicos para su relato. En esta ocasión, sin duda buscando cerrar hilos que quizá habían quedado sueltos con anterioridad, Fawcett utilizará personajes que quizá habían quedado en el olvido pero que vuelven a aportar su granito de arena para la resolución de los problemas que acosan a Emily y a su pareja, Wendell Bambleby.
La historia de amor entre ambos sigue siendo el cemento que une todos los elementos de la historia, aderezado con algunos momentos francamente cómicos sobre todo en relación con el comportamiento de los académicos estudiosos de las hadas, capaces de estar pensando en tal o cual artículo que se podría publicar cuando su vida pende de un hilo. Es especialmente gracioso que Emily se queje en un momento determinado de las notas a pie de página de otros estudiosos, cuando en estos mismos libros que estamos leyendo es un recurso muy utilizado. Me encanta esa capacidad para reírse de una misma de la que hace gala la canadiense. Pero la escritora también aprovecha el final del libro para hacernos pensar en el coste de la redención y de la venganza, cómo parece que muchas veces estamos obligados a repetir los errores de nuestros ancestros.
Me gusta bastante cómo algunos capítulos pasan de ser narrados a ser extractos de diarios personales o, directamente, cartas. El estilo epistolar algo florido que asociamos al mundo académico de la época victoriana está aquí perfectamente reflejado, ofreciéndonos una alternativa al punto de vista de la propia Emily, que es la que lleva prácticamente toda la carga de la novela sobre sus hombros. Esto implica que en algunas ocasiones el ritmo de la novela se ralentice, bien sea durante las investigaciones de Emily, bien sea durante los cambios de escenario necesarios para el desarrollo de la historia. También es cierto que los giros de la novela y las condiciones necesarias para que todo llegue a buen puerto son un poco excesivamente convenientes, como si una mano mágica fuera allanando el camino de la aventura.
Aunque se supone que es el final de la trilogía, no descartaría que se sacaran más títulos en el mismo universo.