Es una lástima que la saga The Song of the Shattered Sands no sea un poco más conocida, porque lo cierto es que Brad Beaulieu se va superando con cada entrega. No negaré que es necesario cierto esfuerzo por parte del lector para sumergirse en una trama tan compleja y enrevesada, pero el resultado es más que satisfactorio.
Quizá una de las primeras dificultades que nos encontramos al leer esta historia es recordar qué pasó en los volúmenes anteriores, ya bastante largos de por sí. Para solventar este escollo, el autor utiliza dos métodos. El primero, el más común, es dejar a disposición del lector un resumen en el propio libro y en su página web de lo que ha pasado hasta entonces en la historia, no solo en las novelas principales si no también en alguna de las novelas cortas que resultan fundamentales para conocer las motivaciones de algunos de los personajes. Sin embargo, me gustaría hacer hincapié en el segundo, perfectamente integrado en la propia narración y que sirve como ayuda para el lector. A través de los tatuajes que se van haciendo los personajes, principalmente Çeda pero también otros, asistimos también al resumen de la historia, a través los ojos de algunos de los protagonistas. Este método hace que descubramos no sólo qué ha pasado antes, si no que lo vemos a través de la óptica de otras personas, no del narrador habitual, añadiendo una nueva capa de complejidad a la historia. A mi entender, todo un acierto por parte del autor.
Ya había hecho hincapié anteriormente en la exquisita prosa de Beaulieu así que para no repetirme mucho hablaré sobre las relaciones entre los personajes. Me parece muy arriesgada la apuesta del autor por los múltiples puntos de vista que ofrece, ya que hace que no sea fácil seguir la historia. Al principio de la saga con tener más o menos controlada a Çeda podíamos ir enterándonos de la narración, pero ahora, aunque ella sigue teniendo un marcado papel protagonista no es menos cierto que han aparecido otros personajes que captan nuestra atención, tanto entre sus aliados como sobre todo entre sus enemigos. Se van incorporando nuevas facciones a las luchas de poder, no solo entre los doce reyes de Sharakai (o lo que queda de ellos) si no con fuerzas ajenas a la ciudad que ansían poseerla. Hay batallas navales en el desierto, hay magia de sangre y necromancia e intriga, muchísima intriga. Pero no contento con esto, el autor también nos ofrece una visión flexible del amor y de las relaciones interpersonales, todo un muestrario de amor. Fraternal, materno, filial…
También es cierto que el libro, como toda la saga, adolece de ciertos problemas de ritmo. Supongo que es algo inextricable a su propia complejidad, pero hay ocasiones en que parece que la historia no avanza. Es maravilloso recrearse en la contemplación de las dunas y la belleza del desierto o en el intricado diseño de los tatuajes de las tribus, pero cuando una novela ya es de por sí bastante larga, quizá se agradecería no andarse tanto por las ramas en según qué momentos.
Pronto estará disponible la siguiente entrega y no dudo de que volveré a adentrarme en el desierto con interés renovado por la historia.