Hace unos meses gané en un concurso la versión electrónica de “Terra Nova volumen 1”, pero inexplicablemente ha permanecido durmiendo el sueño de los justos en mi lector de libros electrónicos hasta ahora.
El zoo de papel de Ken Liu
Ya había leído y releído “The paper menagerie” pero da igual, siempre acabo llorando con esta magnífica historia familiar con un toque de fantasía. No es de extrañar que ganara tantos premios en su año. Este relato es una forma tan potente de empezar la antología que por fuerza desmerece los que vienen a continuación.
Deirdre de Lola Robles
Este relato en primera persona por una mujer que, cansada de buscar pareja, recurre a un servicio de androides de acompañamiento busca una profundidad ética que no llega a alcanzar en ningún momento. Aunque trata sobre temas como el libre albedrío y la esclavitud de no tener opciones, en realidad no explora las posibilidades de cada elección, es un monólogo sin variaciones. No está mal escrito pero no es memorable.
Recuerdos de un país zombi de Erick J. Mota
He tenido que esforzarme muy mucho para leer este texto de Erick J. Mota porque la temática zombi me repugna. Entiendo que es óptimo utilizarla como metáfora para describir ciudadanos pasivos a los que solo les interesa el opio de turno (llámese cerebro, culebrón o partido del siglo) pero es superior a mis fuerzas enfrentarme a algo (libro, película…) en lo que se atisbe la temática zombi.
Dicho esto, es cierto que el relato está bien hilvanado, a pesar de su talante aleccionador e incluso formativo en ocasiones. No es excesivamente original en el desarrollo y en la conclusión, de la que no voy a decir nada por si queda alguien por leerlo. Precisamente en esta parte final pierde parte de la credibilidad ganada durante el resto del relato por soltar una parrafada digna de un Neal Stephenson desbocado (pero sin el mismo dominio de la materia, me temo). Resulta interesante ver algo de ficción de otros países que comparten nuestro idioma.
Enciende una vela solitaria de Víctor Conde
Menos mal que en la entradilla se explica de qué va el cuento, porque lo que es la historia no deja nada claro de qué estamos hablando (crítica a las redes sociales). Y no lo deja claro porque lo mismo podría referirse a cualquier otra cosa, con una serie de imágenes lisérgicas que buscan impactar pero que como mucho consiguen asquear, con una utilización de lo grotesco que roza lo irrisorio y con una historia sin pies ni cabeza en la que el autor incluso se permite inventar palabras que son bofetadas en la cara. No entiendo cómo se ha seleccionado este relato, la verdad.
Cuerpos de Juanfran Jiménez
Los intercambios de cuerpo y mente dan mucho juego, casi podrían dar lugar a un subgénero. En este caso, lo que comienza como periodo vacacional en un cuerpo alquilado, acaba con un complot de alcance internacional. El tempo de la historia está bien llevado, aunque en ocasiones el autor llega a abusar del cliffhanger y hay alguna que otra casualidad demasiado bien situada para que avance la trama. Aun así, la lectura es entretenida y bastante absorbente.
Un día sin papá de Ian Watson
Cuando las presiones financieras y las posibilidades tecnológicas de un futuro cercano hacen que sea habitual “alojar” en la mente de nuestros mayores en nuestro cerebro, se abre un nuevo plantel de posibilidades y decisiones éticas. Si tu padre está en tu cabeza, ¿actuarías de la misma manera o verías coartada tu libertad?
El relato profundiza en estas ideas pero, a mi entender, su función principal es criticar la institución matrimonial que se prolonga en el tiempo como alianza económica y no como unión entre personas.
Memoria de Teresa P. de Mira Echeverría
Esta historia empieza con un marcado tono bradburyano en “Crónicas Marcianas”, pero pronto dejar ese prometer inicio para caer en una historia que no se sostiene mucho, basada en la posibilidad de condicionar el presente por tener memorias de los posibles futuros. Y es que la ingeniería genética que permite crear a los nativos que terraformarán Marte es indistinguible de la magia, les da memorias futuras, los hace hermafroditas y cada vez que la autora necesita algo, casualmente lo tienen. La historia avanza dando tumbos, aunque pueda tener algunas ideas interesantes.
El ciclo de la vida de los objetos de software de Ted Chiang
Chiang es un autor tan meticuloso con sus relatos que su producción es escasísima, pero nos compensa con el sentido de maravilla que emana de cada uno de sus cuentos.
En esta ocasión, utiliza sus conocimientos sobre software para hablar sobre las posibilidades realistas de desarrollo de la inteligencia artificial. Los digientes, seres de software creados por una empresa a modo de mascotas virtuales, son capaces de aprender gracias a los cuidados de sus dueños y, por lo tanto, cambian con el tiempo.
El autor nos muestra la evolución a través del tiempo de estos seres digitales, teniendo en cuenta problemas de toda índole, como la obsolescencia de las plataformas que dan sustento a estas creaciones (no puedo dejar de recordar la información que hay en video VHS que se ha perdido con los cambios de tecnología) o la posibilidad de que los digientes sean seres jurídicos.
Como ejercicio formal y como exposición el trabajo me parece impecable, pero el resultado final no deja de ser frío, como los propios digientes.
Aunque debo haber sido la última persona en leer “Terra Nova volumen 1”, he de decir que estoy contenta de haberlo hecho. Es cierto que la diferencia de calidad entre los relatos traducidos y los originales existe, pero también es cierto que como el español es mi lengua materna, puede que exija más a mis lecturas en este idioma, ya que la conozco mejor. “Terra Nova volumen 2” anda rondando por la casa, y espero tener la oportunidad de leerlo pronto.