Me decidí a darle una oportunidad a Hijos del dios tuerto, porque la mitología siempre me ha llamado la atención y lo cierto es que la nórdica es para mí una gran desconocida.
Cuando me di cuenta de la extensión de la novela y de los comienzos titubeantes, pensé que quizá había cometido un error, pero seguí confiando en que mejorara con los capítulos.
Ciertamente, cuando ya has avanzando un tercio aproximadamente en la narración de Hijos del dios tuerto, el libro mejora, aunque no llegó en ningún momento a engancharme.
Existen varios problemas con esta lectura. Está dividida en dos puntos de vista, uno se narra en el mundo de los mortales, Midgard, mientras que en el otro asistimos a las vivencias de los dioses en Asgard. El primero no resiste la comparación con el último, resulta aburrido y previsible. Realmente, la autora utiliza recursos muy procaces para dar interés a la historia del jarl Harek. Todas las conversaciones acaban teniendo referencias sexuales sin venir muy a cuento y los diálogos son chocarreros a más no poder. No sé cómo sería el día a día de los vikingos, pero no me lo imagino así.
Cuando la acción se centra en Loki, sin embargo, la diferencia es clara. La arrolladora personalidad del dios de las mentiras consigue que avance una narración que de otro modo quedaría bastante estancada.
También me he encontrado con un problema de sobreadjetivación, aunque no sé si esta será la forma habitual de escribir de la autora. No sé cuántas veces prueban los personajes el sabor de la bilis, pero ya deberían estar más que acostumbrados porque les pasa cada dos por tres.
Me gusta la labor de documentación que ha llevado a cabo Virginia. Como ya digo, no soy una experta en el tema, pero me parece que ha conseguido introducir en el libro varios concepto mitológicos de forma inteligente, evitando la sobrecarga de información.
En resumen, no puedo recomendar este libro, está claro que yo no era su público objetivo.