Lavie Tidhar fue tan amable como para hacerme llegar un copia electrónica de Candy, su nueva novela para un público infantil. Candy es una nueva muestra de la versatilidad del autor, capaz de escribir libros muy duros como The Violent Century, fix-ups maravillosos como Central Station o esta pequeña joyita.
Candy es una novela de detectives, una de las obsesiones del autor. El comienzo no puede ser más típico y tópico de estas historias, donde el investigador recibe la visita en su despacho de un miembro poco recomendable de la sociedad que solicita su ayuda para un caso. Pero Tidhar cambia los papeles y el escenario, utilizando una protagonista femenina de unos doce años y una búsqueda de un objeto muy preciado, un osito de peluche. Que el despacho sea el cuarto de aperos del jardín de la madre de Candy es otro detalle más dentro de una larga cadena que nos va a mantener entretenidos durante un rato.
Del mismo modo que las novelas noir situadas durante la ley seca muestran que la ilegalización provoca mayor interés por lo prohibido, en la ciudad de Candy no se pueden tomar dulces por orden del alcalde, así que todos los niños andan como locos por conseguirlos. Se han creado auténticas mafias infantiles para el tráfico de estas sustancias adictivas. ¿Quizá el osito de peluche ha sido víctima de un secuestro organizado por estos hampones en potencia?
El libro no es complejo ni lo pretende, pero es divertido y en algunos momentos aleccionador. Sus personajes son totalmente creíbles, esas mentes infantiles que se están preparando para dar el salto a la adolescencia, que comienzan a ver cómo funciona el mundo a su alrededor y no les gusta lo que ven. Pero aún les queda inocencia para reirse en el momento inoportuno y para confiar ciegamente en otras personas.
En el libro también aparecen policías corruptos, políticos con agendas ocultas y tramas urbanísticas. Es sorprendentemente actual a pesar de que la base de partida pueda parecer estrambótica.
Quiero hacer también mención de las ilustraciones que acompañan el texto, obra de Mark Beech, que me encantan. Me recuerdan a las del Pequeño Nicolás en las ediciones que leí hace mucho tiempo, un poco socarronas pero muy agradables a la vista. Parecen esquemáticas pero no lo son ni mucho menos. Acompañan la lectura muy bien, añadiendo un entretenimiento visual. Entiendo que su principal objetivo son los niños y pienso que les van a gustar.
Creo sinceramente que Candy es un libro que merece la pena leer y no me parecería descabellado apostar por su publicación en español.