Peter F. Hamilton sigue con su exitosa saga de la Commonwealth, explorando en esta ocasión el Vacío, ese extraño lugar del Universo donde las leyes de la física no se cumplen del modo que conocemos.
Si leéis el blog no os soprenderá saber que la space opera es uno de mis subgéneros favoritos, así que una nueva obra de Hamilton siempre me llama la atención. Junto con otros autores él ha seguido la estela de Banks, consiguiendo revitalizar un género que todavía nos dará horas y horas de diversión.
Al comienzo del The abyss beyond dreams, el autor rompe la baraja de lo que podríamos esperar. Sitúa la acción en un planeta atrasado donde gran parte de la tecnología desarrollada por la humanidad simplemente no funciona. En este nuevo lienzo, y con algún que otro as en la manga, Hamilton desarrolla unas intrigas políticas que servirán de armazón para sustentar la trama. Con esta base sólida continúa la novela, que se podría considerar incluso como una adaptación espacial de los conflictos que dieron lugar al declive de la rusa zarista y la llegada al poder del comunismo, vemos cómo se desarrolla el auténtico conflicto planetario.
Desde los comienzos de la vida en el planeta, sus habitantes están en guerra con los Fallers. La estrategia de estos invasores es lanzar unos huevos al planeta que atraen a los humanos para luego fagocitarlos y crear una copia perfecta. ¿Os recuerda a algo? El homenaje a La invasión de los ladrones de cuerpos también está presente en algunas escenas realmente macabras que contrastan con el humor que aparece en la obra.
Y es que, cuando un libro es de esta longitud, hay cabida para todo tipo de disgresiones, que serán más o menos de agradecer por parte del lector. Siempre habrá polémica por la longitud de los libros, ya sea por el coste de oportunidad cuando lees un libro muy largo -en el que la gran parte de sus hojas son paja- o por la nostalgia que permanece cuando acabas un libro del que has disfrutado enormemente. No es éste el lugar para entrar en esa discusión, pero sí he de decir que el presente libro adolece un poco de hipervitaminosis en páginas, pero el británico es tan ducho en su oficio que no te das cuenta hasta que lo has terminado y reflexionas sobre la obra.
Sobre los personajes, resulta curiosa la preferencia del autor por Nigel Sheldon, aunque los demás personajes de la obra están bien definidos e interpretan su papel correspondiente, la figura en la sombra que los maneja a su antojo es Nigel. Sin embargo, la contrapartida de personajes femeninos es más interesante escena por escena. Desde la aparición estelar de Paula Myo (mi personaje favorito de la Commonwealth y seguro que el de más de un lector) hasta Bethaneve o Kysandra, todas, sin excepción, me resultan más atrayentes que Nigel. La inocencia de la chica de campo que madura para convertirse en una mujer cosmopolita, la funcionaria de vida gris en cuyas capacidades administrativas se sustenta la revolución… Pueden parecer personajes arquetípicos, pero están trazados de manera que su desarrollo es lógico y acorde con su entorno.
Sylvasta, llamado a ser el héroe de la novela, también puede despertar nuestra simpatía. Su obsesión monotemática con los Fallers le dota de fuerzas casi sobrehumanas para reponerse de todos los golpes recibidos y seguir adelante con el mismo pensamiento entre ceja y ceja. No obstante, esta misma energía puede convertirse en un problema, como muy bien deja entrever Hamilton en apenas unas líneas que cambian nuestra opinión sobre el personaje.
Sin entrar más a fondo en el desarrollo de la historia, lo cierto es que a pesar de la longitud del libro, no me hubiera importado embarcarme en la lectura de la segunda y definitiva parte de esta duología. Y es que Hamilton sabe muy bien lo que se hace y qué es lo que nos gusta. Esperemos que nos lo siga proporcionando.
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