Decían del Cid “¡Qué buen vasallo si tuviese buen señor!” y me parece una analogía muy acertada compararlo con el autor Robert Charles Wilson. Y es que Wilson tiene ideas espectaculares, pero que acaban fallando en la ejecución, en su propia maña como escritor.
La premisa en la que se basa The affinities no puede ser más actual. En un mundo en el que la soledad del individuo es habitual, donde cada vez es más difícil encontrar un sitio en el que “encajar”, una nueva teoría sociológica permite establecer afinidades. De este modo, gracias a unos test y unas pruebas de ADN una empresa es capaz de ponerte en contacto con grupos de personas afines a tus gustos. Puede parecer un servicio de citas elevado a la enésima potencia, y esa es una de las principales críticas que se le hacen al servicio al comienzo del libro, pero acaba siendo mucho más.
El protagonista, Adam Fisk, es un estadounidense que estudia Diseño Gráfico en Canadá. Nunca se ha sentido muy unido a su familia, con un padre autoritario, un hermano siempre perfecto, una madrastra y un hermanastro algo especial. Quizá la única persona a la que quería era su abuela, con la que tenía una muy buena relación. Por ese sentimiento de no pertenencia a ningún lugar en particular decide hacerse el test de afinidad, y así descubrirá lo que para él puede ser el paraíso.
Wilson utiliza muy acertadamente esa tan humana necesidad de pertenencia y es algo que explora a lo largo del libro. En ese aspecto, The affinities es pura especulación sociológica y resulta muy atractivo.
Sin embargo, la narración no me acaba de convencer. El tono frío del protagonista se torna casi gélido en ocasiones, incluso cuando está con los demás miembros de su grupo. Resulta muy difícil empatizar con alguien así, que parece tan elitista y que llega a despreciar a todo aquel que no forma parte de su afinidad.
También me hubiera gustado que la historia se hubiera centrado menos en Adam y hubiera ampliado el enfoque para ver un escenario más amplio, donde se vieran las interacciones con las demás afinidades y la situación general en el mundo, de la que solo tenemos atisbos y que se acerca inexorablemente a la catástrofe. O por lo menos que hubiera descrito algo más las afinidades, porque solo vemos como son los Tau y un atisbo de los Het, las demás clasificaciones no pasan de ser un concepto borroso definido por letras del alfabeto fenicio.
Aunque mi mayor pega es la utilización algo chapucera de ciertos recursos para elevar la tensión, como la repetición de frases del estilo “esto fue 3 horas antes del apagón” o “pero en dos horas vendría el apagón y lo cambiaría todo”. No resulta muy sorprendente cuando finalmente llega el tan cacareado apagón, ¿verdad?
Me gusta mucho la exposición de los problemas que tiene la empresa que comercializa los test de afinidades y cobra una cuota anual por la permanencia porque me parece muy real. Los problemas con la propiedad intelectual están a la orden del día y resulta imposible ponerle puertas al campo, aunque algunos sigan intentándolo.
En definitiva, The affinities es excelente en el apartado de las ideas en las que se basa pero falla en la ejecución, lo que es una lástima porque podríamos estar hablando de uno de los libros del año.