Aunque ya nos hicimos eco de su publicación en su día, la tiranía de las novedades ha hecho que no terminara con la trilogía de Jean le Flambeur hasta ahora.
El autor finlandés reúne en menos de 300 páginas todas las características que ya nos asombraron en The fractal prince y The quantum thief. A las maravillosas tecnologías y al dominio de los estados cuánticos se unen varias instancias de los personajes, entidades parciales que entran dentro de unas maquinaciones muy complejas. Tanto, que en ocasiones el lector puede perderse.
Mi primera recomendación sería leer la trilogía seguida, porque si no se hace así, se puede perder la continuidad de la historia. Además, volver a sumergirse en la compleja terminología utilizada por Rajaniemi no es sencillo. Es cierto que en los primeros capítulos de The causal angel el autor deja caer información presente en las entregas anteriores para facilitarnos algo la tarea, pero es solo un espejismo. La dura labor la tendrá que realizar el lector.
Me han gustado mucho las continuas referencias a lecturas de fantasía a lo largo de la novela, como el banco Gringotts y las historias de Narnia. ¿Se trata de una confesión del autor? En algunas ocasiones me dio por pensar que la novela rayaba en la fantasía a pesar de su trasfondo indudablemente científico. Espero que lectores más avezados que yo puedan resolver esta duda que me ha surgido.
Resulta también interesantísima la extrapolación futura hacia extremos insospechados de las tendencias actuales como la gamificación y la realidad virtual. En este aspecto, me interesaría mucho conocer la opinión del autor sobre el fenómeno PokemonGo, por ejemplo, que pudiera ser la semilla de los zokus de juegos fundamentales en la novela.
El final de The causal angel no queda cerrado del todo, si no que queda a la interpretación del lector cuál será el próximo acontecimiento. Aunque normalmente me gustan los finales más definitivos (para algo es el final) respecto la decisión del finlandés de dejar en manos del público las consecuencias de lo que ha pasado. Es innegable que Hannu confía mucho en los receptores de sus novelas, ya que en ningún caso lo pone fácil. Pero, ¿a quién no le gusta un desafío? Yo ya estoy esperando Summerland.