La ciencia ficción militar, cuando solo habla de batallas, no suele ser plato de mi gusto, ya que acaba aburriendo. Pero cuando se mezcla con otras cosas, puede dar lugar a maridajes atractivos. En este caso Gavin Smith salpica todo el libro con un humor un tanto especial, pero apropiado al mensaje.
La idea subyacente a la serie The Bastard’s Legion, de la que The Hangman’s Daughter es la primera entrega, es muy conocida. Utilizar a los reclusos más peligrosos para llevar a cabo misiones prácticamente suicidas. Es como ver Los doce del patíbulo pero en versión corregida, aumentada and in space! (las cosas siempre son mejores en el espacio) . La forma de hacer que los miembros de esta legión obedezcan a las órdenes de la protagonistas es con una preciosa alhaja en forma de collar-bomba (tampoco en esto brilla por su originalidad).
El elemento diferenciador es la protagonista, Miska Storrow, una ex-marine con experiencia en operaciones encubiertas y con unas relaciones familiares cuando menos tormentosas. Miska roba un penal entero con sus reclusos (para qué andarse con chiquitas) y lo utiliza para vender sus servicios mercenarios al mejor postor.
Miska es un personaje sin medias tintas, o la odias o te encanta. El término ambigüedad moral se queda corto para definir su código de conducta. Por si faltara salsa para este libro, el entrenador virtual de los reclusos es el padre muerto de Miska, con el que mantiene algunos diálogos realmente hilarantes.
Si soy sincera, de las escenas de combate, que las hay y muchas tengo un recuerdo nebuloso, mucho bang, bang y fiu fiu, pero no me ha quedado mucho, aparte de una retahíla enorme de siglas y números para nombrar todas las armas habidas y por haber. Pero los diálogos si que están presentes y me han hecho soltar alguna que otra carcajada, a pesar de su manía de ponerse a hablar de asuntos personales en mitad del fuego cruzado. ¿No había un sitio mejor?
The Hangman’s Daughter es recomendable si quieres un rato de diversión sin complicaciones in space!