El año pasado nos dejó uno de los más importantes escritores de ciencia ficción británicos, Iain Banks. Se le puede considerar el inventor de la nueva space opera, consiguiendo que un género manido y vilipendiado resurgiera de sus cenizas y diera pie a muchas buenas obras y a una hornada de nuevos autores (Hamilton, Reynolds…) que hace las delicias entre los aficionados al género (quizá no tanto entre los defensores de los árboles del Amazonas, debido a la longitud de sus obras).
En diciembre coordiné un especial con mis compañeros del Fantascopio dedicado al escocés y era de justicia leer las pocas obras de ciencia ficción a las que aún no les había dado la oportunidad. No puedo estar más contenta con esta decisión.
“The hydrogen sonata” es una de las mejores obras de Banks, donde en plena madurez artística despliega su portentosa imaginación para llevarnos en un viaje a través de la galaxia buscando unas respuestas que quizá no sean las esperadas, pero es que el auténtico motor de la Cultura es la curiosidad, así que el resultado final puede ser banal, pero lo importante es el viaje.
La formación filosófica de Banks, no olvidemos que estudió filosofía en la universidad de Stirling; se deja translucir en la novela, especialmente en una serie de párrafos sobre la “moralidad” de utilizar simulaciones tan realistas que se podrían considerar seres con capacidad de raciocinio, por lo que detener una simulación realmente es cometer un genocidio o cuando se deben tomar decisiones sobre si intervenir o no en un proceso de Sublimación.
También es especialmente destacable el sentido del humor del que hace gala el autor, sobre todo en su marca característica, los nombres de las Naves. Mi favorita de este libro es “Passing By And Thought I’d Drop In” (“Pasaba por aquí y pensé en dejarme caer”) aunque las demás no le van a la zaga. “Mistake Not…”, “Contents May Differ”, “You Call This Clean?” y, el favorito de Odo, “Just the Washing Instruction Chip in Life’s Rich Tapestry”.
He hablado antes de la imaginación del autor, pero quiero hacer hincapié en esta faceta de su prosa, ya que para los más nimios acontencimientos despliega todos sus recursos. Por ejemplo, para pasar por un control de seguridad, crea un personaje cuya cara es un sopa de letras en la que “escribe” lo que comunica. Esto, que podría ser anecdótico, también es utilizado en una parte posterior del libro para hacer una comparación capaz de causar una reacción física en uno de los personajes. Un detalle mínimo, pero revelador de la capacidad y la planificación de Banks.
La inmortalidad también juega un papel importante en el libro, o más bien las distintas interpretaciones de inmortalidad, entendida como preservación del propio cuerpo aún teniendo estancias extracorporales a modo de vacaciones, o como copia de seguridad de un estado mental antes de enfrentarse a la batalla, o como acceso a la Sublimación.
No sé si os habéis percatado de que no he hablado apenas del argumento de la novela y es que prefiero dejarlo para que sea toda una novedad para vosotros cuando la leáis. Si conocéis la Cultura, la disfrutaréis inmensamente. Y si no, aunque creo que sería mejor empezar por alguna otra novela, también os gustará.
El que aún no haya leído la serie de la Cultura tiene mucha suerte… porque puede leerla ahora por primera vez. Puede costar entrar en algunas de las novelas, pero en cuanto entras son una maravilla: ingenio, humor, profundidad… Sentí de veras la muerte del autor, que ocurrió justo cuando estaba leyendo la penúltima. Ahora he leído la última, y ya no habrá más.
Nosotros, que ya las hemos leído, nos podemos consolar pensando que las podemos releer para encontrar nuevos detalles que se nos pasaran por alto la primera vez.