The Last Shield

Volvemos a tener el privilegio de contar con las reseñas de Antonio Díaz, esta vez con la última obra de Cameron Johnston, The Last Shield.

Me encontraba yo por el 2022 con ganas de leer algo gamberro, con malos muy malos, bastante mala leche, un toque de humor y que sangrara grimdark por los cuatro costados y cuando descubrí The Maleficent Seven de Cameron Johnston encontré justo lo que estaba buscando. Lo disfruté sin disimulos y, aunque es una novela sin pretensiones y de puro disfrute, cuando sabes a lo que vas y te dan dos tazas sales satisfecho y con la panza llena.


Así que cuando Leticia Lara me recordó que Johnston publicaba una novela de fantasía autoconclusiva titulada The Last Shield y que la propia sinopsis la resume como ‘La Jungla de cristal con el género cambiado y ambientada en un castillo misterioso’ claramente no la podía dejar pasar.


The Last Shield nos sitúa en un mundo de baja fantasía, con poca magia y armas de bronce donde tres naciones humanas mantienen un delicado equilibrio. Sunweald es la más pequeña de las tres y, a su vez, la mediadora entre las otra dos. La sede del gobierno de Sunweald se encuentra en un palacio excavado en la roca, con un gran entramado de galerías subterráneas donde se mezclan catacumbas, pasadizos secretos, cámaras del tesoro y es el hogar de múltiples misterios (por los que valdría la pena matar).


Briar, la capitana de la guardia del palacio de Sunweald es la protagonista única y absoluta. Es una mujer de una cierta edad, que lleva más de una década en su posición de capitana, que se ha ganado a base de habilidad y de una dedicación absoluta. El trabajo diario de Briar es proteger al Lord Regente, con el que tiene una relación con tanta tensión romántica que podría cortarse con un cuchillo.


La novela tiene un planteamiento rápido y no tarda en pasar de la presentación al turrón. La cosa se complica más y más rápidamente. El autor no pierde el tiempo con demasiadas intrigas diplomáticas y la amenaza que se cierne es más física y violenta que política. The Last Shield es una novela de acción y no dedica más de lo estrictamente imprescindible en subtramas o en desarrollar demasiado a los secundarios. Johnston invierte más tiempo en describir las escenas de combate o acción que en cualquier otra cosa. Sin embargo lo hace con soltura y oficio. Uno de los puntos que más me llamó la atención fue que los “Escudos”, que es el nombre que recibe la guardia del castillo, van armados con una espada de bronce y una pequeña rodela reforzada muy maciza. En combate utilizan tanto su hoja como el propio escudo (que va atado a la muñeca) y golpean y embisten a sus enemigos con él. Esto distingue el estilo de acción de la novela y da lugar a enfrentamientos con movimientos inesperados que resultan refrescantes.


En este estilo tan directo de la novela Briar tiene prácticamente el único punto de vista de
toda la narración (con la excepcional escena donde alguno de los secundarios toma la batuta). Los personajes de la novela se pueden clasificar básicamente en dos categorías: gente con la que Briar tiene que acabar y gente que tiene que proteger. La vida y obra (o el desarrollo) de esta gente solo tiene las pinceladas necesarias para que su muerte (o salvación) tenga el impacto justo para que el lector pueda recordar su nombre antes de que Briar les corte el cuello.


No me da la impresión de que Johnston busque dejar una impresión duradera ni plasmar una reflexión para que el lector la recoja cual guante en el campo de duelo. The Last Shield es una novela que te da exactamente lo que te promete: acción, venganza, sangre y dolor, mucho dolor.

A pesar de toda la violencia que rebosa en sus páginas, el autor no es particularmente desagradable. No hay un gore desaforado e incluso el par de escenas con más casquería son descritas con limpieza y sencillez, sin recrearse en las partes que podrían ofender al lector sensible.


El aspecto del libro que menos me entusiasmó es la subtrama romántica (si se le puede llamar siquiera así). Desde la primera escena queda claro que Briar siente algo en su duro corazón por el Lord Regente (el soltero madurito e interesante de turno). Sentimientos que claramente se ven correspondidos por éste. Sin embargo sus respectivas posiciones como Lord Regente y capitana de la guardia les impiden actuar y deben de mantenerse en el plano estrictamente platónico (como si del Japón feudal se tratara). Aunque este tipo de relación es algo que entiendo que podría darse, Johnston no ha conseguido convencerme. A Briar se la percibe como tontorrona y testaruda con respecto al Lord Regente y a éste como sobreprotector y obsesionado con su deber. No hay una discusión honesta, un disimulo forzado o un avinagramiento de los sentimientos (que es lo que yo creo que pasaría si transcurrieran más de diez años en esta situación).


Al contrario que en The Maleficent Seven, donde Johnston establecía diferentes grados de maldad (no todos los Siete maléficos eran igual de malos ni de la misma manera), en The Last Shield los malos son muy malos (y a veces muy tontos) y los buenos son muy buenos. Incluso algún asomo de gris que puede intuirse al principio en algún personaje queda totalmente aclarado (u oscurecido) sin dejar lugar a dudas o interpretaciones.


De nuevo, lo que normalmente se tratarían como defectos: secundarios planos, ausencia de escalas morales, subtramas inexistentes, son en The Last Shield elementos virtuosos. En menos de 400 páginas Johnston te plantea una película novela con mucha acción, directa, sin complicaciones y completamente disfrutable. Y, lo que sí que merece la pena destacar, completamente autoconclusiva. Si estás de humor para este tipo de lectura, esta novela no te va a fallar.

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