He tenido el placer de leer este libro de forma conjunta con mi amigo Elías, de Sense of Wonder. Aquí podéis leer su reseña, mucho más completa que la mía y en cierta forma, complementaria.
Aunque estamos en plena época de nominaciones a los Hugo y me hubiera venido bien tener tiempo para unas lecturas de última hora, he sido incapaz de dejar de lado este The mechanical, con el que Ian Tregillis se confirma como un autor que ha superado su vitola de joven promesa para convertirse en una apuesta segur.
La novela es una ucronía en la que los holandeses han conquistado prácticamente todo el mundo. La razón de esta supremacía de los tulipanes es clara: la creación de autómatas basados en los trabajos de Huygens. Gracias a estos sirvientes robóticos infinitamente leales a sus dueños, los negocios prosperan. No hay que tener mucho imaginación para comprender la evidente ventaja militar que unos ejércitos leales e incansables conllevan.
La única resistencia la ofrecen los franceses, que se encuentran en el exilio en el Nuevo Mundo y que han conseguido firmar un tratado de paz que es solo temporal, mientras ambos reinos se preparan para el asalto final.
Esta historia alternativa sirve como trasfondo al autor norteamericano para una exposiciones filosóficas y ontológicas sobre la naturaleza del alma y del libre albedrío que resultan realmente interesantes. ¿Acaso el objetivo de la ciencia ficción no es hacernos pensar? Pues Tregillis lo consigue.
La prosa utilizada durante el desarrollo de la narración es muy acorde con la época en la que está situada y en más de una ocasión he tenido que recurrir al diccionario para entender el significado de algunas palabras. Esto ha dificultado en algunos momentos la lectura, pero ha sido debido a mis carencias como lectora, no a las del autor.
Otro problema con el que me he encontrado, y que también es algo personal, es la tendencia al gore de la que hace gala Tregillis. En ocasiones me parecía que se regodeaba en el sufrimiento humano y mecánico. En particular, las descripciones del sufrimiento extremo al que se ven sometidos los autómatas para obligarlos a realizar los mandatos de sus amos alcanzaban niveles de crueldad insospechados. Y sin embargo, palidecían en comparación con las descripciones de las torturas de las que somos testigos o la carnicería en que se convierte una incursión. Esta parte me ha resultado dura.
El uso de diversos puntos de vista durante la exposición de la trama nos permite conocer el mundo desde muy diversas perspectivas, añadiendo profundidad a la historia. Conoceremos el funcionamiento de uno de los Clakkers, las máquinas que lo cambiaron todo. Seremos testigos de los juegos de espionaje de una célula francesa infiltrada en el corazón del poder holandés y también de los juegos cortesanos en Nueva Francia. La habilidad del escritor es tal que llegamos a ponernos en la piel de cada uno de los protagonistas y, extrañamente, el que más empatía nos despierta es el autómata Jax. Quizá esto sea una lección que tengamos que tener en cuenta en el futuro. Solo le veo un defecto a este reparto en distintos personajes y es que en la parte final uno de los protagonistas prácticamente desaparece, dejando algo coja la narración.
Aunque la acción se sitúa en 1926 y pudiera parecer que un mundo donde los robots se conocen desde hace siglos debería ser bastante avanzado, en realidad no lo es. La comodidad del trabajo esclavo de los autómatas no necesariamente deviene en grandes avances científicos, por lo que la evolución del mundo no es equiparable a nuestro principio del siglo veinte. Lo cual da pie a otra interesante reflexión, ¿es la necesidad la que hace avanzar la ciencia?
The mechanical es solo la primera parte de una trilogía, por lo tanto no es de extrañar que acabe con una situación en la que el tablero está dispuesto para la siguiente partida en ese juego de poder que es la política internacional. Por mi parte, estoy deseando leer la siguiente entrega.