Me ha fascinado esta entrega de la saga The Quantum Evolution por muchas razones, tanto por la vuelta a la especulación biológica y sus consecuencias para el ser humano como por su aproximación descarnada a la dualidad moral de los personajes implicados.
Derek Künsken no se anda con chiquitas en esta ocasión y vuelve a utilizar la estructura de timo planificado que tanto nos agradó en la primera entrega de la saga. Pero ahora no hay que reunir el equipo, ya que los participantes serán prácticamente los mismos que ya conocimos anteriormente. Pero son personas que han cambiado bastante, siendo el principal afectador Belisarius Arjona, reconcomido por la culpa de los sucesos acontecidos en The Quantum Garden.
Me atrevería a decir que en esta ocasión el autor canadiense apuesta más por la reflexión sobre las consecuencias de los actos de los implicados en la trama que sobre los propios actos en sí, a pesar de que estamos hablando de sucesos que pueden, literalmente, cambiar el curso de la historia de la humanidad.
Resulta especialmente llamativo como engarza la presencia de cierto personaje en The House of Styx para exponer cuál es la brújula moral de toda una cultura, que respeta y casi reverencia a los nacidos con síndrome de Down, mientras que en el resto de la humanidad hace ya tiempo que no se permite que estos embarazos lleguen a término. Y es especialmente dolorosa la comparación entre este tratamiento dulce con sus petit saints mientras que para enfrentarse a los enemigos no se pone ninguna traba al uso de la tortura, de la manipulación genética o, directamente, de la aniquilación de una especie.
Me apasiona en particular el debate que se lleva a cabo durante todo el libro sobre las consecuencias de las modificaciones genéticas, que han dado lugar a nuevas ramas de los homo (homo quantus, homo eridanus…) que pueden dar lugar al nuevo salto en la evolución de la humanidad y que por lo tanto son amenazas para la continuidad de la existencia del homo sapiens, como en su momento el homo sapiens acabó con el homo neanderthalensis. Es una aproximación eminentemente biológica en sus planteamientos, como cabría esperar del autor debido a su formación, pero al final es la moral lo que entra en juego.
También me gustaría hacer hincapié en la que quizá es una de las representaciones más acertadas y dolorosas a la vez de todos estos libros, el éxtasis religioso de los puppets y su enfermiza relación con sus creadores, dioses y a la vez esclavos, los Numen. Cómo la manipulación genética dio lugar a estos pobres seres que necesitan de la presencia de sus amos para sobrevivir. Incluso veremos en uno de los capítulos cómo se comportaba una Numen con ellos en el pasado, como muñecos a su disposición y cómo esta persona (por llamarla de alguna manera) se creía con derecho a esta manipulación de otro ser vivo simplemente por ser quien era.
Por buscarle una pega al libro, es cierto que no hay un resumen de lo acontecido con anterioridad y estamos ya en la cuarta entrega de una saga no especialmente sencilla, así que sería de agradecer integrar en la historia algunos recordatorios de cómo va la historia hasta ahora. Hay algunos en el principio de la novela, pero resultan un tanto insuficientes.
Espero con ansia el siguiente libro en la saga, y pediría que alguna editorial española mirara a esta saga con cariño, porque tiene mucho potencial.