Como me gustó tanto The Black Tides of Heaven, tenía claro que no pasaría mucho tiempo antes de que The Red Threads of Fortune también pasara por mi libro electrónico.
The Red Threads of Fortune forma un díptico con la novella anterior, compartiendo protagonistas y siendo posterior en el tiempo, con otra de esas elipsis brutales que tanto usó la autora en The Black Tides of Heaven. No obstante, la narración es más convencional en esta ocasión, con unos hechos mucho más fluidos en el tiempo y una introducción, nudo y desenlace mucho más acordes con el canon.
JY Jang sigue añadiendo pinceladas al mundo en el que se desarrollan sus historias, con detalles tan interesantes como las diferencias gravitacionales entre las distintas zonas en las que se da la vida y la aparición de monstruosos naga, criaturas mitológicas que jugarán un importante papel en la narración.
Pero sobre todo este es un relato sobre el dolor por la pérdida de un ser querido y cómo se puede afrontar este luto. Para esto, vemos la contraposición de un dolor antiguo pero siempre presente, el que sufre Mokoya y las estrategias que utilizó para apaciguarlo (principalmente lanzarse a los placeres de la carne). Pero esto no deja de ser un acto pasivo, que busca olvidar. En cambio, como marcada contraste ante este método, en la novella vemos un intento de tomar cartas en el asunto, para evitar en lo posible la pérdida. En un mundo mágico como es este, hay fronteras que no se deben traspasar, pero el ser humano siempre encuentra justificación para la experimentación.
También sigue muy presente el tratamiento de la sexualidad como algo fluido, no como dos géneros estancos. Esta línea es continuista en toda la trama del Tensorate y creo que es uno de los elementos diferenciadores de la escritura de JY Yang.
The Red Threads of Fortune aunque valioso por sí mismo, me ha dejado un regusto a novela de transición. Se sabe que Tor.com tiene preparadas para su publicación en 2018 dos nuevas historias, tituladas The Descent of Monsters y To Ascend to Godhood. No me cabe duda de que acabarán cayendo en mis manos también.