Estoy segura de que no soy la única persona que quedó totalmente fascinada por Las mentiras de Locke Lamora. La carta de presentación de Scott Lynch aunaba una trama interesante con unos personajes arrebatadores, y era un extraordinario comienzo para una saga de siete volúmenes previstos.
Aunque Red seas under red skies, la segunda entrega, perdía algo de fuelle, no por eso dejaba de ser una lectura muy entretenida.
Se esperaba con mucha expectación la aparición de The republic of thieves en el 2013, pero lo cierto es que cuando se publicó la respuesta popular no fue la esperada. Tras haber leído el libro, lo entiendo perfectamente.
La tercera entrega de la saga de los Caballeros Bastardos es un libro de relleno. Como tal, es perfectamente disfrutable, pero no consigue emocionar como ese brillantísimo primer hito que fue Las mentiras de Locke Lamora y es una lástima.
Es una lástima porque tenía los elementos necesarios para una historia sobresaliente. Para empezar, por fin conocemos a Sabetha, que fue una presencia constante en toda la vida de Locke pero de la que apenas conocíamos nada.
Es un lástima porque Lynch se enreda en una narración con dos líneas temporales, el pasado y el presente que a veces se le escapan de las manos, porque se desequilibran una a otra. Combina episodios muy cortos de una con otros más largos y el relato queda descompensado.
Y es una lástima porque la relación entre Locke y Sabetha que debería servir como base para toda la historia es tan tormentosa e ilógica que lo que en un principio puede parecer divertido, con constantes pullas y enfrentamientos intelectuales, acaba por resultar cansado de leer.
No todo es negativo en el libro, que es indudablemente divertido aunque no colme mis expectativas. Los timos a gran escala que preparan los protagonistas, inmersos en una carrera por amañar unas elecciones sin duda son de lo más curioso. Se ve que trampear con los votos es algo atemporal. Y las revelaciones que se hacen sobre el pasado de los personajes no hacen si no incrementar nuestro interés por su futuro.
Sin duda el autor deja el terreno preparado para las siguientes novelas, donde volveremos a encontrarnos a Jean y a Locke, y suponemos que a Sabetha enfrentados a una oscura figura del pasado. Lo malo es que no sé si el camino habrá merecido la pena.