The Serpent Called Mercy

Ya no se puede decir que sea una novedad que se publique fantasía con inspiración asiática, es una tendencia más que consolidada. Así que la sinopsis de The Serpent Called Mercy tenía la dura tarea de atraer a un lector quizá ahíto de estos escenarios. La mención a Geralt de Rivia y El juego del calamar no es desacertada para nada, pero el libro tiene graves problemas que el marketing no puede solucionar.

La trama de la novela se centra en Lythlet y su único amigo Desil, que malviven intentado devolver el préstamo que tuvieron que aceptar por los problemas de salud de la primera. Cuando se les presenta la oportunidad de luchar en la arena contra monstruos indeterminados, parece que ven la salida a sus vicisitudes, pero hay movimientos más complejos entre bambalinas que intentarán boicotear su camino de salida de la pobreza extrema.

Los combates con los monstruos me han recordado un poco a Shadow of the Colossus, esa maravilla de juego en que tenías que enfrentarte a pantagruélicos enemigos sin mucha idea ni contexto sobre cómo vencerlos. Lythlet y Desil se encontrarán en esta situación en los primeros combates, sin saber a qué bestia se van a enfrentar ni como podrán vencerla. En este sentido, las luchas son lo más entretenido del libro, aunque se nos escamotean algunas de las doce prometidas por abreviar el libro. Pero claro, lo divertido de discernir cuál es el punto débil de los monstruos es cuando lo haces tú, no cuando ves cómo lo hacen otros.

El problema que tiene The Serpent Called Mercy es que el resto de la historia está tremendamente poco desarrollada. No solo por la ingenuidad extrema de los protagonistas, si no por los pobre recursos que Roanne Lau utiliza. Cuando le conviene echa mano de los poderes de los dioses, en unos deus ex machina que parecen innecesarios, completamente injustificados y con unas reglas aleatorias que convienen a la trama en ese determinado momento. En cuanto a la trama política, tiene menos consistencia que una sopa de piedra, y de nuevo se adecúa convenientemente en cada momento a lo Lythlet requiere para salir bien parada. Aunque la historia se desarrolla a lo largo de todo un año, tiene partes muy apresuradas y otras desesperadamente lentas, con unos problemas de ritmo que se pueden achacar al hecho de que sea una primera novela pero que no se pueden ignorar.

El libro es una amalgama de buenas intenciones con una ejecución que deja mucho que desear.

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