Si algún día les da por publicar un diccionario visual donde a cada género y subgénero de la literatura les pusieran una cubierta de un libro que siga todas las reglas del canon, no me cabe duda de que The Spellshop estaría entre los primeros de la lista para la fantasía cozy. Y es que lo tiene todo, un poquito de magia, romance, secundarios graciosos, un pequeño conflicto y malentendidos…
La protagonista es Kiela, una bibliotecaria que es feliz entre sus tomos antiguos, donde no tiene que lidiar con gente, ayudada por su asistente Caz, una planta-araña sintiente (ya he dicho que había magia). Pero todas sus perspectivas de un futuro igual de tranquilo que el presente se verán desbaratadas cuando la revolución llega a su ciudad y la biblioteca es pasto de las llamas. Kiela se verá obligada a huir a su antigua casa, en una recóndita isla, con la única compañía de Caz y los libros que ha conseguido salvar de la quema, aunque estos compendios mágicos no deberían haber salido nunca de allí, porque la magia está muy controlada fuera de los ámbitos académicos y la sola posesión de un tomo podría llevarla a la cárcel.
Kiela ha tenido una vida muy protegida siempre, así que tener que buscarse la vida para sobrevivir, prepararse la comida, limpiar la antigua casa de sus padres, le caerá encima como una ducha de agua fría en pleno invierno. Menos mal que allí estarán sus amables vecinos, que la recuerdan de cuando era pequeña, en especial su muy atractivo y servicial vecino de al lado, que se desvivirá por hacerle la vida más fácil (ya he dicho que había romance).
Los humanos de The Spellshop no dejan de ser bastante corrientes pero creo que uno de los puntos fuertes del libro son las criaturas fantásticas que pueblan todos los lugares, sacadas de cualquier compendio feérico que se precie, pero maravillosamente descritas y “humanizadas”, si me permitís el término. Centauros, dríadas, hipocampos… hay para elegir.
Me gusta especialmente la interacción de Kiela con Caz y con otro personaje que surgirá a lo largo de la lectura, Meep, que es simplemente enternecedor (ya he dicho que había secundarios graciosos). No es menos cierto que la historia es bastante lineal y la profundidad de los personajes tiende asintóticamente a cero, pero aquí hemos venido a que nos calienten el corazón y no cabe duda de que Sarah Beth Dust lo consigue de pleno con su primera novela.