He leído muchas de las obras que ha publicado Annalee Newitz, tanto en ficción como en no ficción y siempre las había disfrutado en mayor o menor medida. Por eso ha sido bastante decepcionante encontrarme con The Terraformers, con una historia que a priori parecía interesante pero con la que no he conseguido conectar en ningún momento.
La idea de que en un futuro bastante lejano la terraformación de planetas sea una inversión a muy largo plazo es indudablemente original. Newitz la aprovecha para hacer una crítica al capitalismo y propugnar el valor de lo público, algo que también es muy en su línea. Pero la forma de hacerlo es plana y aburrida, con unos personajes que no consiguen atraer la atención del lector en ningún momento y con un maniqueísmo bastante exagerado.
El caso es que las ideas son muy interesantes, como el tratamiento de los monómeros para prolongar la vida de los terraformadores a muchos siglos salvando de este modo el enorme plazo inherente a este tipo de labores. La sociedad creada, con habitantes que se “decantan” modificando su ADN para adaptarse a cada necesidad es también atractiva, pero le autore se pierde un poco en su búsqueda de la igualdad entre los personajes, ya sean Homo Sapiens, Homo Diversus, trenes voladores, vacas modificadas o lombrices de tierra que resuelven algoritmos (prometo que no me estoy inventando nada, todos aparecen en el libro con un papel más o menos relevante).
Quizá lo más interesante del libro sea la creación de The Great Bargain, una revolución ocurrida en el pasado lejano en la Tierra en la que lo que hasta entonces se consideraban animales entran a formar parte de lo que se considera un ser sintiente e inteligente, con las modificaciones necesarias para poder comunicarse con los demás y expresar sus opiniones. Sinceramente, me dejó muy descolocada desde el principio este concepto, porque supone cambiar totalmente todas nuestras ideas preconcebidas sobre qué es inteligencia.
Como decía, los conceptos e ideas con los que trabajo Newitz son atractivos y originales, pero la ejecución es demasiado trabada y muy plana. Al contrario que Kim Stanley Robinson, quizá una de las grandes referencias a la hora de plantear nuevos sistemas, Newitz no profundiza en los aspectos más técnicos, pero es que tampoco lo hace en los aspectos éticos, quedándose en una tierra de nadie que me ha dejado indiferente y aburrida. No puedo recomendar el libro, aunque me gustaría que alguna persona que lo haya leído y disfrutado me hiciera ver qué es lo que ha valorado más, porque yo he sido incapaz.