The Tomb of Dragons

The Tomb of Dragons es la tercera entrega de la saga The Cemeteries of Amalo, el spin-off de The Goblin Emperor con el que Katherine Addison sigue narrándonos las vicisitudes de Thara Celehar como Testigo de los Muertos.

El libro sigue la línea ya marcada en las anteriores novelas, con un tono extremadamente pausado, que puede llegar a desesperar a algún que otro lector. Addison ha creado un mundo de tremenda cortesía y miramiento, tanto que a veces te dan ganas de coger de las solapas a más de uno a ver si espabilan un poco. En contraste con esta educación y esta reverencia, hay asesinatos, encubrimientos y traición por doquier. Creo que esta yuxtaposición de elementos tan dispares es el principal atractivo de la saga.

Como ya estamos en el tercer volumen de la saga, no debería sorprendernos ni el vocabulario inventado por la autora, que tampoco es que se entretenga en crear un glosario para facilitarnos la labor, ni en la gran cantidad de personajes con nombres enrevesados que pululan por sus páginas. Esta es una de las características definitorias de la serie.

Thara Celehar sigue siendo una persona apocada que se atribuye tan poco valor que no deja de sorprenderse cada vez que algún amigo intenta ayudarlo. The Tomb of Dragons es un libro que da casi la misma importancia a los remiendos de un abrigo que a la existencia de dragón no muerto que amenaza la existencia de los mineros. Capaz de poner a descansar a un ghoul y acto seguido preocuparse por no poder pagar el ticket del servicio de transporte, Celehar parece que va madurando un poco o al menos abriendo algo los ojos a lo que tiene alrededor. Quizá por esto el libro también tiene cierto gusto a despedida.

Katherine Addison también aprovecha para contentar a los seguidores de la serie con algunos cameos que están especialmente dirigidos a los que comenzaron la saga desde un principio, con la aparición estelar del propio emperador goblin.

The Tomb of Dragons es un libro denso y pausado, pero quizá por esa misma razón su lectura deja un poso en el ánima que tarda en irse.

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