Aunque durante algún tiempo se oyeron voces (pienso en esta y esta) que reclamaban la traducción al español de House of Leaves, la arriesgada propuesta de Mark Z. Danielewski publicada en los EE.UU. por Pantheon Books, han tenido que pasar casi catorce años para que alguien se atreviera a acometer la empresa y publicarla, una aventura que tenemos que agradecer a la colaboración entre las editoriales Alpha Decay y Pálido Fuego y a la dedicación de Javier Calvo al timón de la traducción. Unos meses después de su publicación, un día antes de celebrar el día del libro, Danielewski participó en la programación continua del ciclo Kosmopolis organizado en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), pero antes se reunió a puerta cerrada con una selección de medios digitales en el nuevo local de la tienda especializada en literatura fantástica Gigamesh, la mayor de toda Europa, según su propietario Alejo Cuervo. Este artículo pretende ser una crónica de lo que allí se discutió.
Lo primero que Danielewski quiso dejar claro es que el libro, publicado en inglés hace quince años después de una larga década de escritura —aunque tal vez “de diseño” sea un concepto más adecuado—, había desarrollado una vida propia que le llevaba a sentirse un tanto incómodo hablando de él. “Soy como un padre“, dijo, “que puede decir cosas sobre su hijo pero que también tiene que escuchar lo que le dicen los demás de él“. Esta distancia relativa respecto a su libro fue una idea que estuvo presente a lo largo de la conversación, llegando a afirmar, al hablar de la dificultad de escribirlo, que lo veía como la amputación de una parte de sí mismo: “Cada libro que escribo es un desafío y conlleva un precio enorme. Nunca he disfrutado del lujo de escribir un libro que ya hubiera escrito alguien antes. Es una experiencia que me cambia y que, hasta cierto punto, me hace más pequeño“. Viendo el libro no es difícil imaginar ese desafío; es posible que se le puedan plantear reproches a su planteamiento, pero no se puede cuestionar su ambición: “No es un libro posmoderno, va un paso más allá del posmodernismo. Sentía que la responsabilidad de ponerle un nombre a este tipo de literatura era mía, así que me inventé un concepto: signacónico. En lugar de apoyarse en un solo tipo de red sináptica y sacar partido sólo del lenguaje verbal, de la imagen, etc., se mueve entre ellos liberando tu mente, ayudándote a trascender esos lenguajes. No os quepa duda: el mundo exterior no es solo la imagen que perciben nuestras retinas”. Para Danielewski esta es una forma más honesta de interpretar el mundo a través de una novela, aunque no deja de ser curiosa su insistencia por ponerle nombre al movimiento que pretende inaugurar con La Casa de Hojas después de haber criticado con cierta insistencia —no en este encuentro— el concepto de etiqueta aplicado a los géneros. En cualquier caso basta con echarle un vistazo a algunas imágenes de la novela para comprobar que la experiencia de lectura que propone tiene poco que ver con cualquier otra novela.
En cierto modo, de su respuesta a una pregunta sobre la dificultad de trasladar La Casa de Hojas a un formato digital —prácticamente imposible, me parece a mí, en los formatos más populares como epub—, se desprende la idea de que con esta novela pretendía llevar al límite las posibilidades estéticas y narrativas del papel como soporte de una novela. De hecho, aunque al autor le encantaría ver el libro bien editado en un soporte digital e incluso la considera una transición inevitable, lo ve como algo dificultoso, especialmente hasta que los dipositivos y los estándares de lectura no evolucionen: “El papel sigue teniendo algo que lo hace especialmente adecuado para publicar libros. Es posible que los libros electrónicos todavía no hayan alcanzado su auténtico potencial. Mi Moby Dick, anotado por mi, es MI Moby Dick. El libro es un soporte con una estabilidad fenomenal y sigue teniendo margen para una gran flexibilidad.”
A pesar de su éxito, publicar la novela original tampoco fue fácil e, incluso ahora, Danielewski no está seguro de que vaya a encontrar quien le publique los veintisiete (¡¡27!!) volúmenes de su nueva novela, The Familiar, aunque ha firmado un contrato con su editor actual para los primeros diez tomos. La dificultad, en el caso de La Casa de Hojas, consistió en encontrar un agente que quisiera representar la novela, que pasó por cerca de cuarenta editoriales antes de encontrar quien quisiera apostar por ella. A pesar de todo, aunque en Pantheon estaban excitados con la novela la consideraban ilegible para una gran audiencia e hizo falta que Danielewski la pusiera a disposición de un grupo restringido de lectores para que la editorial comprobara que el libro era capaz de entusiasmar a un público variado. Precisamente por la dificultad técnica que conlleva la edición de La Casa de Hojas, el autor elogió efusivamente el valor de producción del resultado conseguido por Alpha Decay y la traducción de Javier Calvo. “Han traducido incluso las cartas. ¡En ningún otro país han hecho eso!“, exclamó mientras mostraba las imágenes de cartas manuscritas incluidas en la novela. “Todo acto de traducción es un acto de interpretación poética“, declaró explicando que sólo un poeta podía haber sido capaz de traducir su novela.
Tal y como prometía su introducción a la charla, el autor esquivó con habilidad todos los intentos de los presentes por hacerle revelar los “secretos” de La Casa de Hojas y se limitó a afirmar que nada era arbitrario. “¿Estás enamorado?“, preguntó en un momento dado a un incauto asistente, “¿crees que jamás llegarás a saberlo todo sobre el amor? Mi libro es parecido: como pasa con los amantes, en algunos momentos se pueden resolver pequeños enigmas que lo único que hacen es dejarte atisbar otros enigmas mayores.” La verdad, decía en otro momento, se ha puesto de moda en la ficción que se publica en los EE.UU., pero no era algo que a él le interesara: “Lo que este libro exige es que imagines. No es un libro para gente sin imaginación. Es un reto para el lector. ¿Cómo podemos sentir empatía hacia otra persona si no somos capaces de imaginar?“.
Además de ser un escritor intrigante, Mark Z. Danielewski demostró ser un gran comunicador, como podréis comprobar en el vídeo que encontraréis en Donde Acaba el Infinito y hablar con él fue un privilegio, como espero —confieso con cierto apuro no haberlo hecho todavía— que lo sea leer pronto el libro. ¡Espero haberos sabido transmitir lo interesante que fue la charla!