Como lectura de ultimísima hora para las nominaciones de los Hugo, @Odo me recomendó este “Wolfhound Century” de un desconocido, al menos para mí, Peter Higgins. Así me gustan las recomendaciones, de libros que nunca hubieras leído si no te los hubieran puesto a tiro pero que luego te encantan.
Lo primero que viene a la mente cuando comienzas Wolfhound es Rusia, aunque el autor en ningún momento utiliza este término. La ambientación eslava es patente en la trama, tanto que el libro se puede considerar una historia alternativa del gigante de los Urales. Se mezclan referencias a la época zarista y la represión de los campesinos con las purgas estalinistas y el terror político, todo aderezado de toques fantásticos típicos del folklore del país. Una mezcla explosiva llevada a buen puerto.
La fantasía en la novela está presente con la inclusión de personajes mitológicos eslavos como la paluba o los gigantes, y también con invenciones propias del autor como los mudjhiks (curiosa la etimología de esta palabra), unos entes terroríficos que una vez decididos a llevar a cabo una acción no cejan en su empeño. La idea de los ángeles caídos que se utilizan como materia prima para diversas invenciones también es original, dando incluso algún toque steampunk (o en este caso, angelpunk) a la historia.
Es sorprendente que esta sea la primera novela de Peter Higgins porque no encontramos ninguno o casi ninguno de los problemas habituales de los escritores noveles. El ritmo se mantiene de forma constante, incluso se podría decir que es trepidante gracias a la estructura elegida para la narración, basada en capítulos muy cortos con muchos cambios en los puntos de vista del narrador. Hacia el final de la historia esta elección causa algo de confusión cuando se aceleran los acontecimientos y se distancian los personajes, pero el autor consigue salir bien de ello.
La prosa merece una mención aparte, ya que se nota que está muy trabajada, llegando en algunos momentos a alcanzar cualidades poéticas. El autor utiliza en sus exposiciones recursos poco frecuentes, como utilizar los cinco sentidos para situarnos en las escenas. No sólo describe en términos visuales, si no también olfativos o auditivos. Esto dota de profundidad a la historia y nos permite sumergirnos aún más en la ya de por si absorbente narración.
En el apartado negativo de la lectura se encuentra el abrupto final de la novela, que aunque sabemos que forma parte de una trilogía no acaba con cliffhanger ni en un punto especialmente interesante, con lo que nos queda una sensación un tanto extraña. Me gustaría señalar que aunque los personajes son muy interesantes, les falta algo de trasfondo que explique sus actos. También hay un personaje cuyo uso de la palabra fuck debería glosarse en el libro Guiness de los Récords. Pero esto son sólo detalles que no desmerecen el gran nivel de la obra en conjunto.
La siguiente entrega de la trilogía “Truth and fear” ya está a la venta y no creo que pase mucho tiempo hasta que la lea.
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